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Uno de ellos se encuentra en el libro del Antiguo Testamento, Eclesiastés, capítulo 7, versículo 2: “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete.” En otras palabras: “ĄMejor es ir a un entierro que a una fiesta!” Desde que no hay muchas personas que se dedican a llenar sus agendas sociales con entierros, uno no puede menos que maravillarse acerca de lo que el autor de Eclesiastés tenía en mente. Pero no nos deja con la curiosidad por mucho tiempo, porque sigue diciendo: “Porque aquello [la muerte] es el fin de todos los hombres, y el que vive que lo pondrá en su corazón.” Es un consejo extrańo, pero los entierros pueden ser eventos iluminadores. Los pastores tienden a pasar más tiempo en entierros que la persona promedio. Cuando se está en una casa fúnebre, si uno escucha cuidadosamente a los que amaron al difunto, uno puede aprender mucho acerca de cómo piensan las personas de la vida--y la muerte. Se puede saber si hay relaciones tirantes. Uno puede darse cuenta de si la familia sobreenfatizaba lo material --los argumentos sobre “quién obtendrá qué” ya pueden haber empezado. Y, se puede saber si hay esperanza. No la falsa esperanza que algunos generan en un esfuerzo para anestesiarse contra su pérdida dolorosa, pero la verdadera esperanza basada en una relación personal con Jesucristo, la esperanza que confesamos en el Credo de los Apóstoles cuando confesamos nuestra fe en “la resurrección del cuerpo; y la vida eterna.” Jesús visitó una “casa de luto” un día como la menciona Eclesiastés. Su visita siguió el entierro de un amigo personal de nombre Lázaro. Su respuesta a la muerte de su amigo, y al pesar de la hermana de Lázaro, María, se registran en el versículo más corto de la Biblia. Simplemente dice: "Jesús lloró” (Juan 11:35). Algunos de los judíos que se habían congregado en la casa para confortar a la familia se emocionaron al ver el amor genuino de Jesús por su amigo. Pero debió haber sido un poco embarazoso para Jesús. Algunos de los que estaban allí creían que Él era responsable de la muerte de Lázaro. Por lo menos, la pudo haber impedido. Después de todos, Jesús había sido informado que Lázaro estaba enfermo pero no hizo ningún esfuerzo para llegar a él rápidamente. La hermana de Lázaro, Marta, saludó a Jesús con estas palabras: “Si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.” Algunos de los judíos compartían su lamento, pero quizás por motivos menos admirables. Ellos intervinieron con: “żNo podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?” En medio de esta situación embarazosa, Jesús revela el fundamento para la verdadera esperanza ante la muerte: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. żCrees esto?” (Juan 11:25–26). Mientras que Jesús reconoció la realidad de la muerte, Él dio énfasis a la esperanza de la resurrección y la vida eterna. Él también nos dice cómo podemos recibir esa esperanza. La realidad de la muerte y la vida Un examen cercano a la declaración de Jesús deja bien claro que la muerte es un hecho ineludible de la vida. “El que cree en mi, aunque esté muerto vivirá.” żQué está diciendo? Que los que creen en Él vivirán espiritual y eternamente, aunque mueran físicamente. La muerte es una cita que todos guardaremos, a menos que seamos privilegiados de estar vivos cuando el Seńor retorne. El autor de Hebreos nos recuerda que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (9:27). Quizá este sentido que la muerte es nuestro destino, compartido por todas las personas, es la razón que tantos se muestran curiosos acerca de ella. La pregunta más vieja de la vida. Job, un personaje antiguo en la historia humana, se preguntó: “Si el hombre muriera, żvolverá a vivir?” (Job 14:14). Si bien es una de las preguntas más viejas de la historia, sigue siendo una de las más frecuentemente preguntadas. Hay un programa de televisión titulado Pregúntele al pastor. Un grupo de pastores invitados responde a las preguntas enviadas en por los espectadores. Algunas de las preguntas se relacionan con eventos actuales--últimamente ha habido una serie de preguntas sobre el terrorismo y la historia del conflicto entre los musulmanes y los judeocristianos. Algunas de las preguntas conciernen a descubrimientos recientes --por ejemplo, como los nuevos descubrimientos científicos, hay curiosidad sobre cómo encajan estos con el punto de vista bíblico de un mundo creado. Pero algunas preguntas se han hecho durante mucho tiempo y frecuentemente. A la cabeza de éstas están las preguntas sobre la vida y la muerte. żPuede una persona recibir la salvación cuándo él o ella están cerca de la muerte? żQué pasa con el alma de un cristiano cuando muere? żCómo será la resurrección final? Si bien no había televisión cristiana en los días de Job, y las respuestas que él buscaba fueron entregadas por medio del consejo cuestionable de sus “amigos,” cercanos la pregunta de la vida y la muerte es tan antigua como actual. Los temores más fuertes de la vida. żCuál es su mayor miedo? Los psicólogos especulan que hay sólo dos temores con los que nacemos --el miedo de ruidos fuertes y el miedo de caerse. El resto de nuestros miedos los adquirimos cuando experimentamos la vida. Si me detuviera aquí y le pidiera que nombrara los miedos comunes, podríamos identificar una lista larga. Un poco de miedos comunes se relacionan a las experiencias--volar, hablar en público, pérdida financiera, enfermedad, y pérdida de trabajo, para nombrar unos. Otros miedos se relacionan con ciertas criaturas de Dios--ratones, arańas, y serpientes. Un pastor decidió enfrentar su miedo a las serpientes haciendo que trajeran una a la iglesia durante su mensaje. El dueńo de la gran serpiente la puso alrededor de los hombros del pastor. Él estaba determinado a no sucumbir al miedo delante de la congregación entera, pero él confesó que todo en él quería deshacerse de esa serpiente en sus hombros y dirigirse a la puerta lateral. ĄVarios en la congregación después le informaron que ellos habrían seguido detrás de él! Hay dos temores que más influyen en las personas en la manera en que viven. Uno es el miedo de ser rechazado, acompańo por la soledad y el aislamiento. El mismo Dios determinó que “no era bueno que el hombre estuviera solo.” Este miedo se enfrenta mejor a través del sentido profundo de comunidad proporcionado por la familia de Dios. El otro miedo es la obsolescencia--el miedo que uno ya no hará una contribución a otros o que ya no será útil para nadie. Dios bendice nuestras vidas dándonos un propósito que proporciona importancia en esta vida y en la vida venidera. Hay un temor que no sólo influye la manera en que vivimos esta vida, pero también nuestras decisiones relacionadas con la vida venidera. Es el miedo de la muerte. Jesús destruye el poder de la muerte para “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15). Los mayores temas de la vida. La música toca el alma de muchas maneras. Una de las razones de su impacto profundo es su habilidad de capturar y entonces comunicar los grandes temas de la vida. Por ejemplo, la pregunta de Job, “Si el hombre muriere, żvolverá a vivir?” (Job 14:14), él contestó después: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25–26). Este tema inmortal de un Redentor viviente que ha conquistado la muerte ha sido captado en la gran música clásica del Mesías de Handel. Pero también se ha expresado en la canción contemporánea Yo sé que mi Redentor vive. El tema de la vida y la muerte es tan absorbente que la música de cada generación busca comunicarlo. Este tema no sólo es prevaleciente en la música, pero también en la Escritura. Juan estaba tan cerca de Jesús que lo identificaron como “el discípulo amado.” Su Evangelio, epístolas, y el libro de Apocalipsis están repletos con referencias a la muerte, la resurrección, y la vida. Realmente, él termina su primera epístola diciendo, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1a Juan 5:13). La gente no sólo pregunta de la muerte por razones diferentes, pero la enfocan de maneras diferentes. Algunos niegan la muerte. No pueden soportar pensar o hablar de ella. La negación es un mecanismo común, popularmente expresado en el sentimiento: “Si no le pone atención, quizá se vaya.” William Barclay cuenta de un periodista americano que escribió como primer artículo en su credo personal: “Nunca permitirme pensar en la muerte.” Pero eso no es tan sencillo. Hacer caso omiso de la muerte no la hace marcharse. Un paciente en su lecho de muerte puede fantasear sobre salir del hospital pronto. Los miembros de la familia pueden filtrar las palabras del médico hasta que sólo las más esperanzadas hipótesis permanezcan en su conciencia. Pero la muerte viene todavía, y negándolo deja a una persona sin prepararse para ella. Algunos le tienen pavor a la muerte. Si los que niegan la muerte disminuyen su posibilidad, los que le tienen pavor a la muerte se preocupan con su probabilidad. Sus vidas se consumen con los pensamientos de evitar la muerte. Es casi como decir “no piense en un elefante rosado.” Eso se vuelve la única cosa en lo que una persona puede pensar. Algunos le tienen pavor a la muerte debido a la incertidumbre acerca de lo que la sigue. Algunos le tienen pavor a la muerte debido al proceso que puede requerir—quizá una enfermedad prolongada y un dolor insoportable. Más de uno ha dicho: “Cuando me vaya, quiero irme rápidamente.” Están pensando en el dolor que evitarían y no en las oportunidades de decir adiós que perderán. El problema con nuestra cita con la muerte es que no sabemos dónde ni cuándo será. Desde que podemos decir con verdad: “Hoy podría ser el día,” quizá terminemos temiendo todos los días. Algunos desean la muerte. La vida puede verse tan difícil que se desarrolla una atracción a la muerte. La muerte se ve como la ruta de escape de una vida que es traumática o cansada. Desear la muerte indica que algo en la vida se ha puesto indeseable para esa persona. Algunos van un paso más allá que desear la muerte simplemente. Toman el asunto de la vida y la muerte en sus propias manos cometiendo el suicidio. La mayoría de los suicidios tiene muchos factores contribuyentes, y es casi imposible discernir qué claramente está pensando una persona y cuán responsables son sus acciones. Eso no cambia el hecho que el suicidio es una contradicción al valor que Dios da a la vida, incluso cuando es difícil. No estando dispuestos a confiar en la voluntad de Dios para su cita con la muerte, los que cometen suicidio “juegan de Dios” en asuntos de vida y muerte. Resurrección de la muerte a la vida La última parte de la declaración de Jesús a Marta declara que “todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente.” Jesús está diciendo que todo el que vive físicamente y cree en Él nunca morirá espiritual y eternamente. El énfasis se pone claramente en la naturaleza eterna de la vida que Él da. Las personas son creadas para la eternidad, de manera que la muerte no es el destino final sino una transición. Para los cristianos, la Biblia compara la muerte con irse a dormir y despertarse a una vida más allá de la imaginación. Esta transición de la existencia cotidiana de este mundo a la existencia eterna del otro es hecha posible por Cristo. Nuestro destino en la vida. Dios nos creó para vivir para siempre. Cuando el pecado entró en el mundo, el sufrimiento y la muerte la acompańaron. Cuando nuestro Salvador entró en el mundo, la resurrección y la vida lo acompańaron. Él reveló su persona y su misión con las palabras “yo soy la resurrección y la vida.” La vida eterna es una promesa. Tito 1:2 dice a los creyentes que ellos pueden descansar "en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos.” Nuestro Dios que guarda sus promesas tiene un plan para cada creyente--y ese plan no sólo involucra una cita con la muerte sino también la convicción de una resurrección y vida eterna. Durante muchos ańos la organización Cumplidores de Promesas ha animado a los hombres para cumplir sus promesas. Hay mucha estabilidad y bendición de vida basadas en guardar las promesas. Eso incluye las promesas que hacemos a nuestros cónyuges en las bodas, las promesas que hacemos como padres al dedicar a nuestros hijos, las promesas que hacemos en el trabajo, en la casa, y en la iglesia. La Biblia nos dice que la resurrección y la vida por venir también están envueltas en una promesa. Esta promesa es iniciada por Dios que es incapaz del incumplimiento completo de sus promesas. Algunas promesas en la Biblia son incondicionales--nuestra respuesta humana no es pertinente. Otras promesas requieren nuestra respuesta, como la promesa de la vida eterna. Mientras Dios la inicia, es activada en nuestra vida personal a través de nuestra fe, hecha posible por la gracia de Dios. Debemos recibir su promesa de vida eterna personalmente a través de la confesión de nuestros pecados y poniendo nuestra fe plena en Jesucristo que provea nuestra salvación. Una vez que hemos recibido esta promesa de vida eterna, debemos permanecer en él a través de la fe continua en Cristo como nuestro Salvador y Seńor. 1a Juan 2:24–25 lo dice de esta manera: “Lo que habéis oído desde el principio, permanece, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.” Dios nos da la promesa de vida eterna. Nosotros la recibimos y permanecemos en ella. Esto nos da la convicción continua que su promesa se cumplirá a través de nuestra resurrección personal. La vida eterna es un regalo. Para algunas personas les es difícil dar. Pero un problema más común, por lo menos entre los cristianos, es la dificultad de recibir de otros. Muchas personas que son dadoras sensibles son receptores resistentes. żQué de usted? żLe es más difícil recibir que dar? Hay algo humillante en recibir un regalo amable, sobre todo si es extravagante. A menudo, intentamos convencer al dador para que no dé el regalo. Decimos que “realmente no es necesario.” A muchas personas se les hace difícil recibir el regalo amable, extravagante de la vida eterna. "Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo” (1a Juan 5:11). Casi es como si respondieran a este regalo de la vida eterna con la actitud que “realmente no es necesario.” Pero Dios sabe cuán necesario es--que ninguna otra manera funciona, y que el único camino a la vida eterna es por medio de Jesucristo, el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Este regalo no puede ganarse pero puede recibirse. Romanos 6:23 dice que lo que se gana con el pecado es una eternidad de separación de Dios: “La paga del pecado es muerte.” Sin embargo, la vida eterna se da gratuitamente: “Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Seńor nuestro.” Jamás podemos hacer bastante, dar bastante, o decir bastante para ganar la vida eterna. Sólo podemos humillarnos, reconociendo que Dios hizo para nosotros lo que nosotros no podemos hacer. Él nos dio un regalo que es para siempre valioso. Es una calidad de vida. Cuando la mayoría de las personas piensan en la vida eterna, probablemente piensan en una vida que dura un tiempo largo. El énfasis está en la cantidad de tiempo--dura para siempre. Pero la Biblia dice que la vida eterna también es una calidad de vida. La vida eterna no es sólo una referencia a la longitud de la vida, pero a la profundidad de la vida. Satisface nuestras necesidades más profundas. Un día Jesús entró en conversación con una mujer junto a un pozo. Inició la conversación con esta mujer de Samaria pidiéndole de beber. Esto la intrigó, porque la mayoría de los hombres judíos no se molestarían en reconocer la presencia de una mujer samaritana, mucho menos pedirle un favor. Pero ella descubrió rápidamente que Jesús no estaba interesado sólo en recibir agua del pozo, pero también estaba ofreciendo agua del pozo más profundo de todos--“Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). Jesús movió hábilmente la conversación de lo superficial a lo eterno. Eso es lo que la vida eterna hace para nosotros. En lugar de vivir en la persecución de la satisfacción temporal de las necesidades superficiales, saciamos nuestra sed más profunda. Pasamos de agua para beber agua viva. Agrega calidad a nuestras vidas. La vida eterna nos da un propósito duradero dándonos un propósito duradero. Jesús recalcó este punto a sus discípulos diciendo: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os darᔠ(Juan 6:27). ĄAclaro que Jesús no dijo que dejáramos de trabajar! La Biblia enseńa que no sólo debemos orar por nuestro pan diario, sino también trabajar para ganarlo. También está claro en las Escrituras que una persona que puede trabajar pero que no trabaja no debe permitírsele comer. Así que Jesús no está promoviendo el desempleo sino un redistribución de nuestra atención y energía de maneras que sean eternamente significantes. Él continúa diciendo que el trabajo que Dios requiere primero y sobre todo es que creamos en Él. Jesús apuntó la diferencia entre el trabajo que hace poca diferencia y el trabajo que hace una diferencia duradera. Otra manera que Él describió esto a sus discípulos fue hablando acerca de dos tesoros (Mateo 6:19–21). Hay tesoros en la tierra--debemos ser buenos mayordomos de estos tesoros, pero no para dedicar nuestro tiempo y energía en almacenarlos. No durarán y se pueden perder fácilmente. Entonces hay tesoros en los cielos-- los disfrutará por toda la eternidad. Él quería que sus seguidores supieran que donde estaba su tesoro, allí estaría también su corazón. Él los desafiaba, como nos desafía hoy, para vivir para lo que dura. Así que la vida eterna es una calidad de vida. Jesús vino a darnos una vida plena (Juan 10:10). Es una vida de calidad que no empieza en el punto de la muerte, sino en el punto del nuevo nacimiento. Muchas personas piensan en la vida eterna como algo que experimentarán algún día en el futuro--pero la vida eterna no es sólo tiempo futuro; es tiempo presente. ĄLos cristianos creemos en la vida eterna porque la estamos experimentando ahora mismo! Aquéllos que sólo viven para el futuro pierden la alegría de hoy. Jason Lehman de catorce ańos de edad lo puso de esta manera: Era primavera, pero era verano lo que yo quería, Los días cálidos, y el gran campo abierto. Era verano, pero era otońo lo que yo quería, Las hojas de colores, y el aire fresco y seco. Era otońo, pero era invierno lo que yo quería, La hermosa nieve, y la alegría de la estación de fiesta. Era invierno, pero era primavera lo que yo quería, El calor moderado, y el florecimiento de la naturaleza. Era un nińo, pero era madurez lo que yo quería, La libertad, y el respeto. Tenía veinte ańos, pero era treinta lo que yo quería, Para ser maduro, y sofisticado. Estaba en la edad mediana, pero era veinte lo que yo quería, La juventud, y el espíritu libre. Estaba jubilado, pero era la edad mediana lo que yo quería, La presencia de ánimo, sin las limitaciones. Mi vida había terminado. Pero nunca obtuve lo que quería. La vida eterna no es sólo la promesa del cielo algún día, pero un pedacito de cielo en la tierra hoy. El peligro de sólo enfocar el futuro es perder la alegría de la salvación hoy. Es una cantidad de vida. Así que la Biblia deja bien claro que la vida eterna es una calidad de vida. Pero también es una cantidad de vida. Usted probablemente ha oído la pregunta familiar acerca del cuidado paternal, “Es la calidad de tiempo lo que importa” La respuesta mejor es: “Es una gran cantidad de tiempo de calidad lo que hace la diferencia.” Piense por un momento en una experiencia que usted desearía que pudiera durar para siempre. Quizá era una vacación llenada de tiempos buenos. Quizá era una profunda conversación con un amigo. Quizá era un tiempo de adoración. Usted se oyó diciendo: “Desearía que este momento pudiera durar para siempre.” Eso es lo grande de la vida eterna--Ąes eterna! ĄDura para siempre! Regresemos a nuestro texto. Después de que Jesús se identificó como “la resurrección y la vida” y habló de su muerte, resurrección, y de la vida eterna, Él le hizo la pregunta a Marta que todos nosotros debemos responder--“żCrees esto?” La esperanza que confesamos en el Credo de los Apóstoles, “La resurrección del cuerpo; y la vida eterna,” es activada por la creencia personal. Ésta no es una creencia casual, pero una en la que nosotros arriesgamos nuestra vida en este mundo y en el mundo por venir. Quizá el versículo más conocido de la Biblia lo dice mejor: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). żCree usted esto? El Dr. Wayne Schmidt ha servido como pastor de la Iglesia Wesleyana de la Comunidad de Kentwood desde su inicio en 1979. Él ha sido bendecido en su matrimonio con Jan con sus tres hijos--Chris, Jordan y Elise. Su pasión por extender la mano a las personas perdidas y levantar a los creyentes se profundiza con el paso de los ańos. Firmes en la fe –– Recursos de sermones  PAGE 3 7Km¤Č`‚’ŚŔâz$˜$‘&’&´&ť&˙&'H)I)ž)Ř)—,ź,'0A0Š3Ż3>6X6|7™79\9b9?:C:Œ:¸=š=B?_?ÁAÂAEEŽEˇEňáŇňĵĵĦĵĵĘĦĦĉĵĵĵąĵĵą……ĉľĉľČh-hQMWhQMWCJH*OJQJmH sH hŰlšCJOJQJmH sH hQMW6CJOJQJmH sH hQMW5CJOJQJmH sH hQMWCJOJQJmH sH hQMW5CJOJQJmH sH  hQMW69CJHOJQJmH sH hQMWCJOJQJmH sH 27IJKklmu ŽĚŐđŁ¤ČĎéééÓÓÎÉÄĸ¸¸¸¸¸ŠĄ¸$a$gd"U§$„Đdđ`„Đa$gd"U§ $„Đ`„Đa$gd"U§$a$$a$$a$$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$B]x]ţţĎ`kŸŔ#ű 7#z$>&'W)ž) +—,đ-l/'051‰3Š3Ż3°3ß4>6|7óóóóóóóóóóóóóóóóóóóäÜóóóó$a$gd"U§$„Đdđ`„Đa$gd"U§ $„Đ`„Đa$gd"U§|79Œ:ƒ>B?#AňBE‚F ICJnKwMűOźQ*B*HC@H Body Text Indent „Đ`„ĐCJ4>@4 Title$a$5CJ4@"4 Header  ĆŕŔ!4 @24 Footer  ĆŕŔ!.)@˘A. 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