ĐĎॹá>ţ˙ ĄŁţ˙˙˙žŸ ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ěĽÁ5@ đżž3bjbjĎ2Ď2 &­X­Xü)7j˙˙˙˙˙˙ˆ    đđđěVěVěV8$W| WôĐrč X XśXśXśXZZZOrQrQrQrQrQrQr$¸tR w|urđ—ZďY"Z—Z—Zur  śXśX9Šrůbůbůb—ZĐ 8śXđśXOrůb—ZOrůb(ůb!dĆGpŘđ˙pśX”X ź…ĘęYÇěVga”×pŁqŹ r0Đrëp†wűaֆw(˙p    †wđ˙p¤Z%Zůb3Z ?ZXZZZururDPHU¤Ńb(HU Semana 1––Romanos 8:13–16 żCómo es Dios realmente? Por Paul Hontz Enfoque: Yo creo en Dios “Creo en Dios el Padre.” Así comienza el Credo del los Apóstoles. Si hay una declaración universal de la fe cristiana, es ésta, contenida en este credo. Wesleyanos y calvinistas por igual abrazan las declaraciones de este credo y lo reconocen como que contiene el corazón de la cristiandad básica. Aunque el Credo de los Apóstoles no tomó su forma presente sino hasta el octavo siglo, se llamaba ya por este nombre desde 390 a.d. Sólo la tradición lo ha atribuido a los apóstoles. No obstante, el Credo de los Apóstoles es de hecho una expansión de Mateo 28:19, “Por tanto, id, y hace discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. . .” Define en términos precisos la creencia de la Iglesia acerca del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Es una construcción clara de la creencia de la Iglesia en los grandes esenciales de la fe. La primera expresión de esta asombrosa declaración es: Yo creo en Dios el Padre. Una vez que los individuos declaran que creen en Dios, asumen una cierta comprensión de Él y de cómo es Él. La comprensión comunicada en el Credo es que Dios es Padre. Esa comprensión se encuentra de un extremo a otro de la Escritura, pero nadie lo proclama más gozosamente que el Apóstol Juan. Oiga su admiración, su asombro cuando exclama: “ĄMirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios!” (1a Juan 3:1a). ĄAsombroso! ĄEl mismo Dios Omnipotente que creó los cielos y la tierra es también, debido a Cristo, mi Padre! Detengámonos en este maravilloso pensamiento. Una nueva perspectiva ĄEste concepto cristiano trajo una nueva perspectiva de Dios! La pura novedad de esta noción cristiana se ve mejor en su contraste con otros pensamientos del día. En el pensamiento judío, Dios era ciertamente el padre de la nación judía e Israel como pueblo. żAsí pagáis a Jehová, Pueblo loco e ignorante? żNo es él tu padre que te creó? Él te hizo y te estableció. ––Deuteronomio 32:6 Irán con lloro; Más con misericordia los haré volver. Y los haré andar junto arroyos de aguas, Por camino derecho en el cual no tropezarán, Porque soy a Israel por padre, Y Efraín es mi primogénito. ––Jeremías 31:9 Ciertamente, Dios es el Padre de Israel. Pero en el Antiguo Testamento, aunque Dios es el Padre de la nación, nunca se dice que Él es el Padre del individuo. Como dice William Barclay con respecto al concepto judío de Dios: “Entre el hombre y Dios hay una distancia insalvable; hay tal diferencia absoluta que el acercamiento a Dios no es absolutamente difícil, es fatal” (El Credo de los Apóstoles, 27). Para los griegos, Dios era una idea abstracta, nada personal en absoluto. Él estaba aislado, era indiferente, y malhumorado. Entonces vino Jesús y dio al traste con todos los estereotipos acerca de Dios. Interesantemente, en el Padre Nuestro de Mateo 6:9, Jesús definió a Dios para nosotros, y lo hizo de modo consecuente con el Credo de los Apóstoles. Esa oración empieza, “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos. . . ” Dos palabras. En dos palabras, Jesús definió a Dios. Él dijo, “Padre nuestro.” żQuiere usted saber cómo es Dios? Dios dice, “Cuando pienses en mí, quiero que lo hagas como en un padre.” Ésta era una idea radical. Y todavía en este mismo capítulo, Jesús se refiere a Dios padre diez veces. Eso es más veces que en el Antiguo Testamento entero. Ese es un concepto nuevo. Es un pensamiento fenomenal. Dios es un padre. Hay un problema con eso para algunos, porque para ellos, padre no es un término positivo. Aviva recuerdos de una nińez infeliz. Despierta miedo, enojo, culpa, y frustración, porque algunos padres hacen de sus casas un infierno en la tierra. Son egoístas; son exigentes; descuidan a sus hijos; son impulsivos; son inconstantes; y son malhumorados. żQué viene entonces a la mente de algunas personas cuando oyen que Dios es llamado padre? Pero note la distinción que Jesús hace cuando Él empieza lo que nosotros llamamos el Padre Nuestro. Él dice: “Padre nuestro que estás en los cielos.” No está hablando de una localidad. No está dando la dirección de Dios. Dios está en todas partes. Dios está en los cielos. Dios está en la tierra. Si usted es un creyente, Dios está en su corazón. Él está en todas partes. Jesús está diciendo que en el cielo, las cosas son perfectas. No así sobre la tierra. Contrario de su padre terrenal que es imperfecto no importa lo bueno que sea, su Padre celestial es un padre perfecto. Note, también, que Jesús no dice que Dios es meramente como un padre. Dice que Dios es un padre. Dios es un Padre amoroso que nos cuida żCómo es Dios el Padre realmente? Cuatro adjetivos describen el tipo de padre que Dios es. Primero, Dios es un Padre amoroso. Ésta es la cualidad más excelente de Dios. Todos los nińos necesitan saber que son amados. Toda persona adulta necesita saber que él o ella es amado(a). Dios es como un padre para nosotros; Es tierno y se compenetra con aquéllos que lo veneran, porque Él sabe que nosotros somos sólo polvo (Salmo 103:13–14). Así es Dios. Dios conoce nuestra constitución. Él sabe que somos frágiles. Él sabe que cometemos errores. Él entiende que somos humanos e imperfectos, y todavía nos ama, porque Él es un Padre amoroso. En Marcos 4, Jesús navegaba en una barca con sus discípulos en el Mar de Galilea. Una tormenta vino de repente y amenazó con hundir la barca. Jesús estaba dormido, y los discípulos lo despertaron y le preguntaron: “żNo tienes cuidado que perecemos?” Más de una persona ha hecho esa pregunta a Dios: “żNo tienes cuidado?” Dios contesta: “Yo soy un Padre que cuida de sus hijos.” La Biblia nos implora: “[Echad] toda vuestra ansiedad sobre él żPor qué? “Porque él tiene cuidado de vosotros” (1a Pedro. 5:7). żLe importa a Dios mi pago de la casa? żLe importan a Dios mis nińos? żLe importa a Dios si yo tengo éxito en la vida o no? żLe importa a Dios si me caso o no? żSe preocupa Dios de mi situación de empleo? żLe importa a Dios acerca de cómo estoy sintiéndome esta mańana? Dios dice: "Puedes estar seguro que me importa. ĄSoy un Padre amoroso, y me importas!” De nuevo, en Mateo 6, Jesús dijo: “No se preocupen por lo que van a comer o a beber, o vestir żPor qué ser como los incrédulos que se afanan por todas estas cosas?" Note una vez más cómo describe Cristo al Padre. "Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas y Él les dará todo lo que necesitan de día a día SI vives para Él y haces el reino de Dios tu mayor preocupación.” La Escritura dice que Dios se preocupa por cada detalle en su vida. ĄEs increíble! No hay nada acerca de usted que no le interese a Dios. Él es un Padre amoroso. Dios es un Padre constante Segundo, Dios es un Padre constante. Podemos contar con Él. Podemos depender de Él. Es digno de fiar. Santiago 1:17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Algunos padres son imprevisibles. Son inestables. Son inconstantes. Siempre están cambiando. Toda respuesta depende en qué humor está papá, así que usted aprende a medir el humor de papá antes de pedirle algo. Incluso el mejor de los padres nunca es 100 por ciento constante. Los padres que son constantemente inconstantes producen hijos inseguros. La Biblia nos dice que Dios es un Padre constante. Piense en esto: Dios nunca tiene un día malo. Él nunca se despierta irritable. No tiene oscilaciones de humor. No es bueno un minuto y malo el siguiente. Él es un Padre constante. 2a Timoteo 2:13 dice: “Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” Aun cuando nosotros somos infieles, Él es fiel. Incluso cuando nosotros somos inconstantes, Él es constante. Incluso cuando nosotros somos inestables, Dios es confiable. Él es un Padre constante. No importa lo que esté cambiando en el mundo, hay una cosa con la usted puede contar: Dios no se negará a sí mimos y actuará de la misma manera hacia usted. Él es amoroso, y constante hacia nosotros, sin tomar en cuenta el humor en que estamos. Dios es un Padre cercano Un tercer atributo de Dios es que Él es un Padre cercano. Podemos contar con Él. Está disponible. Es accesible. Está cercano. Está allí cuando usted lo necesita. En Hechos 17, Pablo habla a los atenienses y les dice que en lugar de vivir en un templo o casa hecha por hombres, Dios ha escogido vivir en todas partes. Después les dice por qué: “Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27; énfasis del autor). Dios está cercano, disponible, y accesible. Aquí hay tres hechos alentadores para acordarse acerca de la cercanía de Dios: Uno. Dios nunca está demasiado ocupado para mí. El Seńor está cerca de todos los que lo llaman. Dios nunca está demasiado ocupado para hablar conmigo. Cuando yo quiero orar a Dios, Él nunca dice, “Ahora no, estoy ocupado. En otra ocasión.” Dos. Dios se agrada en satisfacer mi necesidad. No le molestan mis peticiones. Mateo 7:11 dice: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, żcuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” żOye usted lo que Jesús está diciendo? Si usted, siendo imperfecto, sabe dar regalos buenos a sus nińos, żno cree que Dios que es un Padre perfecto, sabe dar buenos regalos a usted? Dios está diciendo: “Soy amoroso. Soy constante. Estoy cercano.” Cuando usted ora, la central de comunicaciones de Dios nunca dice: “Lo siento todas nuestras líneas están ocupadas ahora. Su oración es muy importante para mí. Por favor espere en la línea. Estaré con usted en…” Dios no hace eso. Él nunca está demasiado ocupado. Él nunca está malhumorado. Nunca se molesta con sus peticiones. Se goza en satisfacer sus necesidades y, lo que es más, Él lo ama. Madeline Murray O'Hare, infame ateo, desapareció hace unos ańos, al parecer asesinada. Ella dejó atrás algunas cuentas grandes de impuestos sin pagar. De manera que el Servicio de Impuestos sobre las Rentas subastó sus diarios para ayudar a pagar las facturas. Tres palabras aparecían por lo menos una docena de veces en sus diarios. Las tres palabras son: “Alguien, dondequiera, ámame.” Ella no sabía que alguien, en alguna parte la amaba. Usted es amado, y Dios se goza en satisfacer sus necesidades. Tres. Dios simpatiza con sus heridas. Escuche esto: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu” (Salmo 34:18). Cuando usted se duele, Dios se duele. Cuando usted se aflige, Dios se aflige. Y cuando usted tiene el corazón destrozado, aplastado, y piensa que no puede ni siquiera levantarse de la cama por la mańana, Dios lo siente. Los padres miran que sus nińos se rebelan. Los nińos miran que sus padres se divorcian. Relaciones rotas. Enfermedades debilitantes. Pérdidas trágicas. Usted dice: “Me puedo identificar con eso.” Bien, reciba el versículo completo. Dice: Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón.” Nunca está usted más cerca de Dios que cuando está doliendo. A Él le importa y quiere satisfacer sus necesidades. Él es un Dios amoroso constante y cercano. Recibí una maravillosa carta de una seńora que trabaja en el departamento de limpieza en nuestra iglesia. Ella escribió: Mientras estaba limpiando el santuario, noté algo que parecía insignificante, pero que, cuando pensé acerca de ello, hizo un impacto profundo en mi vida. Mientras desempolvaba el mueble para arrodillarse en el altar, noté pequeńas manchas redondas en la madera abajo. Me acerqué, y vi más manchas. Entonces caí en la cuenta. Eran manchas de lágrimas. Me puse a revisarlas y, de vez en cuando, a lo largo de la madera había estas manchas de lágrimas. Al ir limpiándolas, me iba preguntando qué había producido a cada una— żun ser amado perdido, sueńos truncados, el dolor del pecado, o un corazón inundado con agradecimiento? Quizás algunas de las manchas de lágrimas eran mías. Empecé a imaginar la historia que tenía cada mancha. Con estos pensamientos, se me hacía difícil seguirlas limpiando. Sintiéndome un poco sencilla, recordé lo preciosas que son nuestras lágrimas para Jesús y cómo guarda cada una de ellas. Éstas no eran lágrimas cualquieras. Cada mancha representaba un corazón que anhelaba lo mejor de Dios; personas que se acercaban a Dios para que su amor y fuerza pudieran tocarlas. No es cosa pequeńa tener la oportunidad de arrodillarse ante el Seńor Dios nuestro hacedor. Sí, Él es un Padre amoroso, constante, y cercano. Él es un Padre capaz Hay un cuarto adjetivo que describe a Dios. Él es un Padre capaz. Puede ocuparse de cualquier situación que le demos. Ningún problema es demasiado duro. Nada está más allá de su capacidad. Él puede manejarlo. La Escritura dice que “Nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). Dios dijo en Jeremías 32:27: “Yo soy Jehová, Dios de toda carne; żhabrá algo que sea difícil para mí?” Es casi como si Dios estuviera lanzando un desafío. Casi como si estuviera diciendo: “Te desafío. Te desafío a que pienses en un problema que yo no pueda resolver para ti.” Él es un Padre capaz. Cuando mis nińos me traen cosas rotas que necesita arreglo, normalmente esas cosas permanecen rotas. Si es algo mecánico, esta persona no va a arreglarlo. Simplemente no pasará. Cuando me buscan para consejo, yo soy un poco mejor, pero a menudo, todavía estoy conjeturando la respuesta correcta. Yo soy un padre imperfecto. Dios dice: “Yo soy el Padre celestial, y soy capaz de satisfacer tus necesidades.” “Mi Dios, pues, suplirá [satisfará] todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses. 4:19). Dios es ilimitado en recursos, en energía, en conocimiento, y en tiempo. Él dice: “Yo puedo satisfacer todas tus necesidades.” Me pregunto cómo es Dios. Jesús dice: “Padre nuestro que estás en los cielos.” Hay una cierta elegancia allí. Hay una cierta música en esa declaración. La pregunta natural es ésta: żSomos todos hijos de Dios? żEs Dios Padre de todos? Ciertamente, Dios es el creador de todos. Pero eso, en sí mismo, no nos incluye en la familia de Dios; no hace a Dios el Padre de todos nosotros. Juan dejó eso muy claro cuando escribió en su evangelio las palabras que Jesús habló a Nicodemo: "Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). Esta relación establecida cuando se nace de nuevo es la obra de Jesucristo, por el Espíritu Santo. En realidad, Juan explica las características que distinguen a los hijos de Dios de los hijos del diablo. “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1a Juan 3:10). Jesús hizo la misma distinción cuando dijo a ciertas personas: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44). Así que esta idea de la paternidad universal de Dios que pone a todas las personas en la familia de Dios no es bíblica en absoluto. De hecho, viola la enseńanza clara de la Escritura. Sólo aquéllos que nacen de nuevo, que están en Cristo, son en verdad los hijos de Dios y pueden exclamar “Abba, Padre.” Sólo aquéllos que están en Cristo están en esta relación íntima con Dios. En cuanto a aquéllos que no conocen a Cristo con una fe viva y verdadera, la Biblia dice que están fuera de la vida de Dios. Permanecen muertos en delitos y pecados, y no tienen ninguno de los privilegios de los hijos de Dios. Y así éramos todos nosotros. ĄQué cosa más asombrosa es esto! “ĄMirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!” (1a Juan 3:1). ĄÉl nos ha hecho miembros de su propia familia! ĄÉl es nuestro Padre celestial! żCómo se entra en tal relación? La Escritura dice: “Todos sois hijos de Dios”—note esto--“por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26). La fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, lo introduce en la familia de Dios. Dios dijo que había enviado a Jesús a la tierra para revelar al Padre. Jesús vino a mostrarnos cómo es Dios. Hay sólo una manera de entrar en la familia de Dios y es naciendo en ella. Así como usted nace físicamente en una familia física, usted nace espiritualmente en una familia espiritual. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Él se convierte en nuestro Padre. Note las dos calificaciones: creer y recibir. Crea en Jesucristo y entonces reciba a Jesucristo. A menudo, al describir su peregrinaje espiritual, las personas dicen: “Bueno, supongo que creo en Jesús.” ĄYo les digo: “Tremendo, usted está a mitad del camino! Ahora todo lo que tiene que hacer es recibirlo.” Es cuando usted se vuelve parte de la familia de Dios y Él se vuelve su Padre celestial. żSe siente usted lo suficientemente cerca a Dios para llamarlo su padre? żTiene usted ese tipo de relación? żHa establecido usted una relación personal con Dios? Si usted nunca ha abierto su vida a Cristo, le animo aquí mismo, ahora mismo, a decir: “Dios, yo quiero tener una relación contigo. Quiero que seas mi padre. Ahora mismo, Padre, con todo el conocimiento que tengo, quiero poner mi fe en Jesucristo. Creo que Jesús es el Hijo de Dios, y quiero recibirlo en mi vida. Perdóname de mi pecado, y conviértete en mi Padre celestial. Pon tu presencia en mi vida, y hazme la persona que tu quieres que sea.” Quizá su oración necesita ser más como ésta: “Ayúdame a comprender realmente esta semana cuánto cuidas de mí. Ayúdame a tener un nuevo sentido de tu amor.” O quizás usted necesite orar: “Padre, ayúdame a comprender que tú eres constante y a agradecerte por amarme igual en los días cuando no me siento cerca de ti como en los días cuando sí. Seńor, te agradezco que estés cerca. Ayúdeme esta semana a darme cuenta de que está conmigo y en mí. Gracias que eres capaz. No hay situación ahora en mi vida o en el futuro que tú no puedas manejar. Te entrego mi vida. Te digo sí, Padre, Abba, Padre.” El Dr. Paul Hontz es el Pastor Principal de la Iglesia Wesleyana Central en Holland, Michigan donde él ha servido desde 1976. La asistencia de la iglesia promedia arriba de 3,500 y está significativamente involucrada en las misiones mundiales, financieramente y como una iglesia que envía misioneros. Semana 2–– Hebreos 2:10-18 Un Salvador como nosotros Por Joseph Dongell Enfoque: Yo creo en la humanidad de Jesucristo Una de las más célebres personalidades en el mundo deportivo de los últimos veinticinco ańos era el extraordinario Howard Cosell. Muchos recuerdan su pesado acento neoyorquino, su cabello liso peinado para atrás, los largos puros que fumaba, y las palabras rebuscadas que esgrimía con facilidad asombrosa. En la caseta de transmisiones, él impulsaba sus fuertes opiniones y aventaba sus animosas preguntas. Sus compańeros locutores tenían que luchar para meter baza cuando Howard tenía su boca en pińón de ataque. Mientras algunos entusiastas del deporte admiraban a Cosell, muchos atletas lo despreciaban. No era porque Howard no mostraba misericordia en su crítica de los jugadores, o que nunca se cansaba de ponerlos en aprietos en sus famosas entrevistas. La razón era más profunda que eso. Era que Cosell no tenía la menor habilidad atlética. Él nunca había enfrentado una bola rápida de 90 millas por hora o había sentido el tremendo dolor de un golpe al estómago en boxeo. Él nunca había sido tirado a tierra por un defensa fornido. La crítica del locuaz Howard Cosell de los atletas profesionales estaba muy lejana de su propia experiencia en los deportes. Él hablaba de cosas que nunca había experimentado. Él nunca jugó el deporte. La verdad hermosa del evangelio es que nuestro Salvador hizo el ejercicio completo del la lucha y el sufrimiento humano. Él jugó todos los minutos desde el nacimiento hasta la muerte y enfrentó sus alegrías y agonías a extremos mayores que nosotros podemos conocer. Su evangelio no es una transmisión a nosotros desde la seguridad del cielo. Como explica el escritor de hebreos, Él participó de nuestra humanidad. Él fue, en todos los sentidos, hecho como nosotros, y nos lleva a la gloria por el camino de su propio sufrimiento que nosotros ahora andamos. ĄPero hay más! Más allá del consuelo general de saber que Jesús entiende nuestras vidas humanas de adentro para fuera, el escritor de hebreos revela tres beneficios específicos que nosotros disfrutamos ahora, porque Jesús vivió y sufrió como un ser humano real. Tenemos la victoria sobre el temor de la muerte, el perdón de los pecados, y la ayuda en la tentación. Victoria sobre el temor de la muerte Todos hemos oído el refrán de que no hay nada certero en la vida sino la muerte y los impuestos. El humor es que sabemos qué es la muerte, y la muerte sola con la que no podemos hacer trampa. Pueden levantarse los impuestos, bajarse, o incluso derogarse. Muchos han aprendido a evitar el pago de ellos a través de estrategias financieras sutiles y de maniobras hábiles a través de las complejidades del código de impuestos. Otros se niegan a pagar impuestos simplemente, corriendo el riesgo que los oficiales gubernamentales no podrán rastrear a todas las personas que burlan esta responsabilidad cívica. Los impuestos no son certeros, pero la muerte lo es. Las buenas nuevas del evangelio son que Jesús, desde que se hizo uno de nosotros, puede rescatarnos del temor de la muerte (He. 2:15). Pero de un principio debemos admitir que son pocas las personas que podríamos ver en un día típico que parecen estar paralizadas por el miedo de la muerte. żPor qué no? Las razones no son difíciles de imaginar. En primer lugar, el estilo y los hábitos de la vida moderna nos apartan a muchos del contacto directo con la muerte. Los moribundos a menudo se pasan sus últimos días o meses rodeados por profesionales médicos bien adentro de macizos hospitales. Incluso después de la muerte, sus cuerpos son llevados por otros profesionales que se esfuerzan por hacer que el difunto parezca tan vivo como es posible. En la tumba, la alfombra verde oculta todas las seńales de ese agujero repugnante en la tierra, y normalmente las familias son alejadas rápidamente antes que el ataúd se baje en la fosa silenciosa y se cubra con la tierra. Parece que nos escudamos en cada giro de las realidades ásperas y dolorosas de la muerte. A pesar de las chocantes escenas llevadas por las noticias de la tarde a nuestras pantallas de televisión, raramente venimos cara a cara con la muerte de maneras que absorban nuestra atención. Los jóvenes, claro, rara vez piensan en la muerte o de morirse. En la primavera de nuestros días, es difícil considerar el fin de la vida de una manera realista. Aún conforme envejecemos, disfrutamos los beneficios de los milagrosos adelantos de la ciencia médica. Enfermedades como la pulmonía que rutinariamente mataba a sus víctimas hace sólo una generación, se tratan ahora a menudo con éxito con unas píldoras de la farmacia local. ĄEstas maravillosas medicinas, combinadas con la buena nutrición, han extendido el promedio de vida humano tan dramáticamente que nuestro planeta tiene un ejército inaudito de ciudadanos mayores activos y ágiles! Otro ejército de investigadores está buscando diligentemente las causas del envejecimiento, y espera reducir la velocidad de, si no desactivar, los relojes biológicos que nos llevan a cada uno hacia el fin de nuestra vida. Algunos están tan convencidos que la victoria sobre la muerte está apenas a la vuelta de la esquina que han hecho arreglos para que sus cuerpos sean congelados cuando mueran y descongelados después, cuando haya llegado la nueva tecnología. Si rara vez miramos a la muerte en la cara, y si los descubrimientos médicos prometen mejores y más largas vidas que antes, no es de maravillarse que tantos de nosotros no vivamos con miedo de la muerte. Pero para otra gente, la muerte no les trae ninguna ansiedad por una razón diferente. Ellos ya no creen (si alguna vez creyeron) las enseńanzas de la Biblia sobre la posibilidad del castigo eterno después de la muerte. Muchos han concluido que un Dios amoroso no castigaría a las personas por algo otro que los crímenes más brutales. Incluso los criminales violentos, podrían esgrimir la defensa que son meramente productos de su educación y del abuso al que la sociedad los ha sometido. Como lo explicara un amigo: “Dios es más que inteligente para ver el panorama completo de la vida de todos, y en el fin, todos entramos.” Otra gente ha abandonado la creencia en cualquier clase de vida más allá, quizás incluso en la existencia de Dios. Como otro amigo recientemente explicaba, “Como lo veo yo, todos nosotros apenas entramos en la nada, y ése es un pensamiento más bien confortante para mí.” Tales personas no sienten ninguna necesidad de ser librados del miedo de la muerte, desde que no tienen ningún miedo de la muerte en primer lugar. Quizá no se han enfrentado con la certeza de sus propias muertes o de su impotencia cuando estén en su poder. Quizá no se han dado cuenta del peso del juicio sobre ellos, o la tragedia de la alienación eterna de Dios. Mientras se escurren por la vida sin preocupación o alarma, las buenas nuevas del evangelio tienen muy poca apelación para ellos. ĄQuizá la única condición peor que vivir con miedo de la muerte es vivir en la comodidad descuidada sin Dios! Es sólo por el ministerio de gracia y amor del Espíritu Santo que nos perturbamos, incomodamos, y nos inquietamos con la pregunta de nuestro destino final. En otras palabras, el Espíritu debe impartir cierto grado de sensibilidad espiritual y entendimiento para llevarnos hasta el punto de temer la destrucción y la muerte que el Maligno desea para nosotros. Juan Wesley, el reformador inglés, estaba navegando por el Océano Atlántico en los ańos de 1730 para hacer trabajo misionero cerca de Savannah, Georgia. Una tormenta peligrosa engolfó la nave, amenazando hundirla y enviar a los pasajeros a sus muertes. Aunque Wesley estaba sirviendo en el ministerio cristiano, él todavía no se había abierto paso a confiar plenamente en Cristo. Mientras la tormenta rugía y el fin parecía cercano, Wesley fue impresionado por un grupo de cristianos moravos que descansaban serenamente de cara a la muerte con una paz que Wesley mismo no disfrutaba. Su propio temor ante la muerte ayudó a alimentar su búsqueda continua de Dios que finalmente lo llevó a la experiencia abrigadora de una fe más profunda en Cristo en la Calle Aldersgate en 1738. Sin embargo, no importa lo amorosamente que Dios pueda usar nuestro temor de la muerte para atraernos a Él, no es su voluntad que sus propios hijos vivan con miedo. Aun así, nosotros los creyentes podemos encontrarnos agitados y asustados cuando la muerte nos amenaza realmente. Como los discípulos que navegan en el Mar de Galilea, que habían dejado todo para seguir a Jesús y lo tenían allí mismo con ellos en la barca (Marcos 4:35-41), nos encontramos anegados por el miedo como las olas y el rugido de los vientos. Como muchos han descubierto, seguir a Jesús es una jornada continua de fe en la que cada nuevo recodo del sendero y cada nueva escena en el camino traen un nuevo desafío y un nuevo llamado a un nivel más profundo de confianza en el Salvador. Cuando enfrento mi muerte, cuando una enfermedad amenaza mi vida, cuando el médico tiene malas noticias sobre mi cuerpo, cuando yo veo sombras extrańas en la placa de rayos x--entonces el Salvador me invita a confiar más plenamente en Él -- a descansar aun más completamente en Él. El escritor de Hebreos nos da una visión para poner ante nuestros ojos, una promesa para reclamar, una verdad para estar firme: el propio Jesús tomó nuestra naturaleza humana y murió una muerte humana para “destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (2:14). El escritor no explica la lógica completa de esto ni muestra cómo la muerte de Jesús sella el destino del Malo. La línea de fondo es lo que realmente importa: porque el Hijo divino se hizo carne y murió, yo puedo encontrar libertad del miedo a través de Él. Puedo contar con el Salvador que borre el miedo y lo reemplace con confianza asombrosa. Él ha marcado el camino a través de la muerte a la vida, y por su gracia yo lo seguiré. Puedo orar con seguridad en las palabras de Carlos Wesley: “Cuando entre en las aguas del Jordán, y mengue el afán de mis temores; llévame sobre la corriente agitada, deposítame seguro en el lado de Canaán.” Expiar los pecados del pueblo El escritor de Hebreos describe otra obra que hizo Jesús porque vivió entre nosotros como un ser humano: Jesús sirvió como sumo sacerdote para quitar los pecados del pueblo (2:17). El pecado es, después de todo, la causa fundamental de la muerte desde que nos aleja del Dios viviente. Pero participando de nuestra naturaleza humana, Jesús pudo cumplir con el patrón para el perdón establecido hace mucho tiempo por el Padre en la religión de Israel. En el Monte Sinaí, Dios apartó a la tribu de Leví y la familia de Aarón para servir como sacerdotes, que funcionarían como mediadores entre personas impías y un Dios santo (Éxodo 29). Aquí está el punto crucial: los seres humanos pecadores no pueden acercarse directamente a un Dios santo para recibir el perdón. No obstante, Dios ha escogido no perdonar los pecados a la distancia con un mero ademán. Criaturas pecadoras y el Dios puro deben enlazarse uno al otro por medio de alguien que puede pontear el vacío y puede quitar el pecado que ofende tanto a Dios. Los sacerdotes de Israel no fueron capaces de realizar esta tarea, puesto que ellos mismos eran pecadores y, por consiguiente, parte del problema. En el mejor de los casos, ellos apuntaron hacia el futuro, a Jesús, el Mediador perfecto. Como el Hijo divino que se hizo carne, sólo Jesús podía representar perfectamente ambas partes, la humana y la divina. Y como era sin pecado, Jesús podía ofrecer la solución perfecta para el pecado. ĄEl Padre es digno de alabanza por la belleza de un plan que satisface exactamente nuestras necesidades! Nada viene como un pensamiento posterior. Todo ha sido previsto con extrema precisión. ĄCiertamente Él ha demostrado su amor por nosotros a través de tal cuidado meticuloso y provisión! Ayuda para todos los que son tentados Nuestro escritor revela una tercera bendición que disfrutamos a través del Hijo divino que fue en todos los sentidos hecho como nosotros: Él puede socorrer a todos los que son tentados (2:18). No entienda mal lo que el escritor está diciéndonos. A menudo nosotros nos consolamos conociendo de nuestras miserias y fracasos. Si yo he fracasado en mi negocio o en mi matrimonio o con la siembra de una huerta, yo me conforto encontrándome a otros que han fracasado de la misma manera en sus esfuerzos. ĄPorque si todos han tenido éxito donde sólo yo haya fallado, sería una píldora amarga de tragar! En verdad, la miseria busca compańía. Claro está, que reconocer nuestros pecados uno al otro tiene su lugar, para pedir perdón de aquéllos a quienes hemos hecho dańo, y para decir cómo Dios seńaló con precisión nuestro pecado y nos trajo al pie de la cruz. Los cristianos en apuros pueden cobrar ánimo comprendiendo que todos nosotros, por más maduros y santos parecemos ser, siempre necesitamos la sangre de Cristo que cubra nuestro pecado. Si nos mantenemos al día con la confesión de nuestros pecados, la sangre de Cristo se mantiene al día purificándonos de nuestros pecados y limpiándonos de toda maldad (vea 1a Juan 1:5–10). Como se ha dicho a menudo, “al pie de la cruz todos estamos en el mismo nivel.” ĄPero Jesús no ofrece ayudarnos compadeciéndose lastimosamente con nuestros fracasos! ĄCuando Él enfrentó la tentación, Él triunfó! ĄSí, Jesús puede ayudarnos en nuestra tentación capacitándonos para ser vencedores! El papel de Jesús como sumo sacerdote perfecto empieza perdonando nuestros pecados, pero rápidamente pasa a enseńarnos cómo vivir de maneras que agradan a un Dios santo. En el desierto Jesús enfrentó al diablo que le ofreció los premios más tentadores imaginables. A lo largo de su ministerio, Jesús enfrentó a muchedumbres inconstantes y a discípulos duros de entendimiento que probaron su paciencia a cada momento. En el huerto de Getsemaní, Jesús enfrentó la última tentación: salvarse del dolor y la agonía de la muerte en una cruz. Pero en cada caso y en todos los sentidos, Jesús escogió los caminos de Dios, y “por lo que padeció aprendió la obediencia” (He. 5:8). Aun ahora, Jesús está listo para compartir la riqueza de la sabiduría que Él ha ganado a través de la experiencia humana. ĄEstá listo para ayudar a todos los que son tentados, con la esperanza de también compartir con ellos la alegría de la vida triunfante! Jesús aprendió la obediencia, y yo puedo aprender la obediencia de Él. A través del Salvador sufrido que triunfó sobre el pecado y la muerte como un hombre, nosotros podemos disfrutar la liberación del miedo de la muerte, la libertad del castigo del pecado, y la liberación de la necesidad de pecar. Aun ahora, Jesús nos invita a gustar estos buenos regalos y compartir en las victorias que Él ha ganado. Él participó totalmente en nuestra naturaleza humana para darnos estos ricos y valiosos tesoros. Prueba del amor del Padre Pero debemos atender a una verdad más profunda que embellece y junta a todas estas verdades. Durante varias temporadas de Navidad he oído una historia que viene en versiones diferentes. En una versión, un incrédulo dijo a un predicador que la doctrina cristiana de la encarnación (que el Hijo de Dios se hizo carne) no tenía ningún sentido y que, por consiguiente, el evangelio de Jesucristo tenía muy poca atracción para él. Días después, el predicador visitó al escéptico en su casa y tuvo una conversación agradable. Mientras estaban sentados, hablando en la sala, un hermoso pájaro cantor voló derecho al cristal de la ventana, rompiéndose el pescuezo, y cayendo muerto al piso del pórtico. “ĄPobre criatura!” Dijo preocupado al anfitrión. “He probado todo lo que sé para que vean este vidrio. ĄPero ellos siguen viniendo! ĄSi sólo pudiera hacerme pájaro como ellos, para advertirlos en su propio idioma sobre este cristal!” De repente el escéptico comprendió que su propio sueńo de salvar los pájaros volviéndose pájaro reflejaba bellamente el plan de Dios en la encarnación de la Palabra eterna (Juan 1:14). Su duda se rindió al arrepentimiento y la fe. Las historias, es claro, ilustran a menudo uno o dos aspectos de una verdad sin comunicar la belleza y complejidad del todo. Esta historia capta muy bien la empatía de Dios por las personas perdidas, junto con la buena voluntad de Dios de entrar en su mundo para salvarlos. Pero la historia no va hasta donde fue Dios en Cristo para redimirnos. Primero, el hombre hecho pájaro cantor no estaría satisfecho meramente con informar a sus pájaros compańeros del peligro que enfrentaban. Él tendría que sufrir su destino y morir por ellos de la manera (si pudiéramos imaginarlo) más vergonzosa para los pájaros. Pero hay otro sesgo que la historia necesita, uno que a menudo no vemos, que raramente contemplamos. La historia supone que el hombre compasivo que se volvió pájaro cantor revertiría a su condición anterior de hombre una vez que el mensaje fuese entregado y los pájaros cantores estuvieran seguros de nuevo. Pero nosotros buscaríamos en vano en la Biblia para encontrar a Jesús, después de su resurrección, haciendo a un lado su humanidad o mudando la naturaleza humana que había tomado. Sí, Él ascendió al cielo y se sienta a la diestra del Padre, pero se sienta allí en el cuerpo resucitado que todavía lleva las heridas en sus manos y pies y costado. ĄEl Padre nunca ha invertido o deshecho la encarnación de la Palabra, y no hay ninguna indicación de que Él quiera hacerlo jamás! Aquí nos enfrentamos con un misterio sobre misterio. Aquí nos enfrentamos con el enigma del tiempo intersecando la eternidad. Aquí nos enfrentamos con las profundidades inimaginables del amor de Dios. Una misión de encarnación temporal para el Hijo divino habría sido bastante para demostrar el amor de Dios por nosotros. Pero el amor que entra en la vida humana sin buscar una salida va ańos de luz más allá de nuestros sueńos más fabulosos. Dios no desea salvarnos meramente. Él quiere habitarnos, y quiere que nosotros vivamos dentro de Él (Juan 17). Él desea la intimidad eterna con nosotros. Y la prueba más clara de que Dios ha puesto su afecto eterno en nosotros, se descubre cuando consideramos esto: que aun ahora en el pecho del Padre está el rostro humano de Jesús, y aun ahora extendida desde el pecho del Padre está la mano humana de amor divino traspasada. żQué significa para nosotros decir que el Hijo se hizo uno de nosotros? Significa la libertad real de la muerte, el perdón real del pecado, la ayuda real en la tentación, y la prueba positiva del compromiso inquebrantable de Dios eterno con los hijos de Adán. ĄA Dios sea la gloria!  Semana 3––Mateo 16:15–16 Creo en Jesús, el Hijo de Dios Por Norman G. Wilson Enfoque: Creo en la deidad de Jesucristo żQuién es este Jesús? Esa penetrante pregunta ha sido hecha por mentes inquisitivas por más de dos mil ańos. Desde las calles polvorientas de Jerusalén hasta los vestíbulos jaspeados de la Roma antigua y los cafés en la súper carretera de información de la Internet, la pregunta continúa haciendo eco a través de los tiempos. El carpintero de un pueblo diminuto en Galilea puso abajo las herramientas de su oficio, salió de la oscuridad y entró en la historia. Dondequiera que fue las personas preguntaban, “żQuién es este hombre?” Todavía preguntan. Durante los siglos ha habido una miríada de respuestas a esa pregunta, y muy poco acuerdo. Pregúnteles a cualesquiera dos personas quién es Jesús y probablemente obtenga tres contestaciones. El filósofo Friedrich Nietzsche dijo que “la palabra cristiandad es ya una incomprensión—en realidad ha habido sólo un cristiano, y murió en la cruz” (El Anticristo, 39). Camille Paglia llamó a Jesús un “comediante judío brillante, un improvisador fenomenal,” y dijo: “Sus parábolas son grandes chistes de una línea” (revista Harper's, marzo de 1991). El poeta americano Ezra Pound llamó a Jesús “una figura heroica no totalmente culpable de la religión que se le ha impuesto falsamente” (citado por Humphrey Carpenter, Un personaje serio, parte 2, capítulo 13). Mohandas Gandhi llamó a Jesús “un hombre completamente inocente,” y se refirió al sacrificio de Cristo en la cruz como “un acto perfecto” (La no-violencia en la paz y en la guerra, vol. 2, capítulo. 166). El anterior Primer Ministro soviético Mikhail Gorbachev dijo: “Jesús fue el primer socialista, el primero en buscar una vida buena para la humanidad” (London Daily Telegraph, 16 de junio de 1992). El difunto Beatle, John Lennon dijo: “Jesús está bien, pero sus discípulos eran densos y ordinarios. Son ellos torciéndolo todo que lo estropea para mí” (London Evening Standard, 4 de marzo de 1966). Cualquiera sea la opinión de uno sobre Jesús, sería difícil discrepar con el novelista H. G. Pozos que dijo: “Jesucristo es la persona más singular de la historia. Ningún hombre puede escribir la historia del género humano sin dar el primer lugar sobre todo a este maestro sin dinero de Nazaret.” Cuando Él salió de la eternidad y entró en el tiempo, Jesucristo dividió la historia humana en dos partes. Nosotros las llamamos a.C., antes de Cristo, y a. C., en el ańo de nuestro Seńor. El advenimiento de Jesucristo se yergue como el gran punto crucial que divide la historia. Todo antes de su nacimiento apunta a su venida, y todo desde entonces fluye de él a la eternidad. Uno puede aceptar los reclamos que hace la Biblia de Jesús, o los puede rechazar. Esa es ciertamente su opción. Usted puede postrarse ante Él como el Rey de reyes y Seńor de seńores, o puede permanecer de pie en desafío abierto de Él. Es la opción que usted tiene. Pero la cosa que usted no puede hacer es ignorarlo. Jesucristo es demasiado grande, demasiado importante, una personalidad demasiado dominante para ser ignorada. Ninguna tierra es tan remota que Jesucristo no haya estado allí. Ningún pueblo es tan primitivo como para haber escapado totalmente de su influencia. Incluso aquéllos que nunca han oído su nombre han sido afectados por su presencia en el mundo. Tampoco escaparán una confrontación con este carpintero de Nazaret que algunas personas llaman el Hijo de Dios. Un hombre ordinario, el hijo de José, El debate sobre la identidad de Jesús no es nada nuevo. En realidad, la discusión la empezó el mismo Jesús, en alguna parte inferior del imperio romano hace unos dos mil ańos. En una tarde caliente y polvorienta, Jesús hizo una pausa para hacerles esta simple pregunta a sus seguidores más íntimos: “żQuién dice la gente que soy?” Para ese tiempo, Jesús se había hecho inmensamente popular. Las muchedumbres lo seguían por todas partes, esperando ver un milagro, o por lo menos para saber de qué trataba todo el alboroto. Es probable que los rumores circularan acerca de este fenómeno de un taller de carpintero. Quizá, queriendo oír lo que se estaba diciéndose, Jesús les hizo a sus discípulos esa simple pregunta. żQué es el cuchicheo sobre mí? Él quiso saber. żQué se dice en la calle? żQué está diciendo la gente? Se sugirieron varias respuestas. La conclusión más obvia era que Jesús era simplemente un hombre de Nazaret. Marcos y Lucas registraron la reacción que Jesús recibió cuando visitó su ciudad natal un sábado. żNo es este el hijo del carpintero? Preguntaba la gente del pueblo. żNo es este el muchacho de María? żNo conocemos nosotros a este tipo? Ellos identificaron a Jesús de la manera más obvia; por su apellido. Éste es Jesús el hijo de José. Jesús de Nazaret. Jesús el muchacho con que nosotros crecimos. Jesús el hombre ordinario. Su reacción no era meramente casual. Ellos estaban indignados, incluso encolerizados de que este tipo común pretendiera tan grande reputación. Lucas nos dice, en efecto, que algunos se pusieron tan hostiles que Ąintentaron matar a Jesús! (Lucas 4:28–30). ĄCómo se atreve a pretender ser algo que no es! Para ellos, éste era Jesús el hijo del carpintero. Jesús, sólo un hombre ordinario. Ésa es una conclusión que personas continúan teniendo de Jesús. No niegan la existencia de Cristo. żQuién podría? Hay evidencia aplastante que Jesús vivió y murió en la Palestina del el primero siglo. Claro que hubo un hombre llamado Jesús. Pero era simplemente un hombre. Muchos, incluso teólogos, niegan que hubiera algo sobrenatural acerca de Jesús de Nazaret. Él puede haber sido un prójimo inusual, e indiscutiblemente, llevó una vida inusual. Pero no había nada extraordinario acerca de Él. Era simplemente un hombre. Y eso es precisamente lo que usted hace si escucha las historias acerca de Jesús, oye sus palabras, considera sus enseńanzas, y entonces concluye que no había nada milagroso acerca de Él. Usted concluye que Él es un hombre, y nada más—Jesús el hijo del carpintero. Su nacimiento—la historia familiar, patética de su nacimiento que se celebra con tal ceremonia cada ańo, la posada atestada en la que no había lugar, el humilde establo compartido por ovejas y ganado, el pesebre por cama—la historia que ha tocado nuestros corazones tan profundamente es simplemente sólo eso, una historia. Y las historias que han venido a nosotros de la vida de Jesús, żqué hay de ellas? Si no hay nada sobrenatural acerca del hijo de José, si sus manos fueran sólo las manos ásperas y encallecidas de un carpintero, entonces eso es todo lo que es—historias. Esas manos ordinarias nunca causaron que los ojos de los ciegos vieran, o que los oídos de los sordos oyeran. Esa voz que compele nunca ordenó a los vientos y a las olas que callaran y enmudecieran, y nunca bendijo el pan que alimentó a cinco mil. żY qué de su muerte por crucifixión? Si Jesús es meramente el hijo de José, entonces debemos concluir que éste es el fin de su historia. Murió una muerte cruel, horrible, incluso injusta. Pero eso es todo. Su vida, su historia, su legado debe acabar allí. Él nunca se levantó de la tumba; Él no tiene el poder sobre la muerte; Él no tiene nada más que ofrecernos. Se acabó. Sin embargo, realmente no e ha acabado, żverdad? Porque los seguidores de Jesús han difundido la historia que Él está vivo. Han convencido a más de un mil millones de personas que este hombre—este hombre ordinario—es el Hijo de Dios que tiene poder sobre la vida y la muerte. żQué de eso? Si Jesús es meramente un hombre, si Él es en verdad simplemente el hijo de José, entonces la reacción de usted debe ser igual al de la gente de Nazaret que vio el retorno de su hijo nativo. Su reacción debe ser igual a la de aquéllos que oyeron los grandes informes de enseńanzas fantásticas, de seńales y maravillas, de milagros, y entonces comprendieron que era “sólo Jesús” después de todo. Usted compartirá su indignación, y finalmente su enojo que tal broma se haya perpetrado en tantas personas. Si Jesús es sólo un hombre, usted no puede ignorarlo. Usted debe resistirlo. Debe denunciarlo. Debe oponérsele por mentiroso que es. żEs eso lo que usted concluye acerca de Jesús? Un hombre especial, el hijo de Zacarías, Hubo una segunda conclusión que algunos formularon de Jesús, y todavía lo hacen. Si algunos creyeron que Él era meramente el hijo de José, otros estaban listos para dar un paso más y lo declararon un profeta. Obviamente, concluyeron ellos, hay más sabiduría aquí que podría fluir del hijo de un carpintero. Además, Él hace milagros. Jesús, pensaron ellos, debe ser algo más que ordinario. Él debe estar bendecido de alguna manera. Nicodemo resumió este punto de vista cuando dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas seńales que tú haces, si no está Dios con él” (Juan 3:2). Así que, cuándo Jesús les preguntó a sus discípulos: “żQuién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Una de las contestaciones fue esta: Un profeta. Unos dicen que Juan el Bautista; otros, Elías; y otros Jeremías, o alguno de los profetas. Para nuestras mentes occidentales, la noción parece extrańa, pero al Medio Oriental antiguo, parecía una posibilidad real que Jesús pudiera ser un profeta reencarnado. Juan, el hijo de Zacarías, conocido como Juan el Bautista, fue el último y más grande de los profetas. Así que les parecía posible que Jesús fuera realmente el espíritu encarnado de Juan, o algún otro profeta. Muchos continúan sosteniendo ese punto de vista sobre Jesús. Él fue un gran hombre y piadoso. Fue un profeta, alguien a quien haríamos bien escuchar. Un hombre poderoso. Un hombre bueno. Pero, al fin, todavía un hombre. Era el punto de vista de una persona con quien intenté compartir mi fe un día. Cortando directamente a la línea de fondo, le pregunté: “żCree usted en Jesucristo?” “Absolutamente,” dijo él. “Yo creo que Jesús fue el hombre más grande que vivió jamás. No hay ninguna duda en mi mente que necesitamos las enseńanzas de Jesús. Yo creo que el mundo sería un lugar mejor si todos viviéramos de la manera que Jesús vivió.” Animado, yo llevé la pregunta más allá. “Entonces,” pregunté yo, “żcree usted que Jesús es el Hijo de Dios?” “Claro que no,” fue su respuesta de hecho. “Él fue simplemente un hombre, como usted y yo.” Es tentador, żno es cierto? Nos gusta pensar que podemos aceptar toda la enseńanza buena, moral que ofrece Jesús, pero sólo eso. Podríamos permitirle incluso algún rango especial—el hombre más grande que jamás vivió—y dejarlo allí. Nos gustaría, quizás, tomar las cosas buenas que Jesús ofrece pero dejar la pregunta de su deidad para otro día. Claro, yo creo en Jesús—como un gran hombre, un gran profeta. żPero es posible eso? żEs razonable tomar sólo la mitad de lo que Jesús dijo acerca de sí mismo y dejar el resto? Recuerde, el Jesús que dijo: “Amad a vuestros enemigos,” es el mismo Jesús que dijo: “Debes aborrecer tu propia vida.” El Jesús que bendijo a los nińos es el mismo Jesús que maldijo la higuera. El Jesús que dijo, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,” es el mismo Jesús que dijo, “Comed mi carne,” y el mismo Jesús que dijo, “yo y el Padre somos uno.” żEs posible creer en Jesús como el hijo de Zacarías, un gran profeta, pero nada más? No, no con integridad. La honestidad intelectual requiere que examinamos toda la vida de Jesús, y que lo tomemos o lo dejemos como Él es realmente—no como nos gustaría que fuera. Un hombre divino, el Hijo de Dios, La pregunta de la identidad de Jesús es, finalmente, una pregunta personal. Es una que cada persona debe decidir por sí mismo. Jesús sabía eso. Él entendía que, debido a los reclamos únicos que hizo sobre sí mismo, provocaría alguna contestación de cada persona que encontraba. Obligaría a cada persona que decidiera si Él era el auténtico Hijo de Dios o algo más, o algo menos que eso. żJesús había empezado el día haciéndoles esta pregunta a sus discípulos: żQuién dicen otras personas que soy? Él escuchó pacientemente al catálogo de respuestas—algunos dicen que Elías, otros dicen que San Juan el Bautista, otros que uno de los profetas. Entonces Jesús hizo la pregunta personal. “Pero qué de ustedes,” preguntó Él. “żQuién dicen ustedes que soy yo?” Pedro fue el primero en responder. “Tú eres el Cristo,” dijo él, “el Hijo del Dios viviente.” Hubo muchos en la Biblia que confesaron a Cristo como el Hijo de Dios. En primer lugar, es lo que dijo el propio Dios acerca de Jesús. Cuando Jesús fue bautizado por Juan en el río Jordán, el Espíritu de Dios, en forma de paloma, descendió del cielo y se posó sobre Él, y una voz de cielo dijo: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Juan también dijo: “Yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.” Cuando los discípulos vieron el viento y las olas del Mar de Galilea obedecer la voz de Jesús, ellos dijeron: “Verdaderamente eres el Hijo de Dios.” Incluso los espíritus inmundos pudieron reconocerlo. En la tierra de Gadara, Jesús se encontró a un hombre que vivía entre las tumbas, un hombre lleno de demonios. Cuando Jesús se acercó al hombre, él exclamó: “żQué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios?” Cuando Jesús fue crucificado, un centurión romano estaba al pie de la cruz. Cuando el cielo se oscureció y la tierra tembló, el centurión fue movido a confesar: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios.” Es posible que usted haya luchado con este punto. Como tantos otros, usted ha sido atraído por las enseńanzas de Jesús o lo han impresionado sus milagros. Hay algo acerca de Él que usted encuentra irresistible, todavía no puede creer que Él pudiera ser divino. żPodría ser Jesús el Hijo de Dios? żCómo es posible? ĄCómo puedo yo llegar a creer algo así—increíble! Note la contestación que Jesús le dio a Pedro después de su confesión de fe. Pedro (también llamado Simón) había declarado simplemente el hecho increíble que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y Jesús respondió: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17). Es Dios que nos da la fe para aceptar a su propio Hijo. La creencia en Cristo, después de todo, no es la aceptación de la prueba científica o incluso la evidencia forense. Es un acto de fe. Jesús se presenta a usted reclamando ser el Hijo de Dios. Usted tiene la evidencia de la Escritura, y el testimonio de muchos creyentes, pero al final será un acto de fe de su parte que lo causará decir “Tú eres el Cristo.” żEstá usted perplejo con la pregunta de la deidad de Cristo? Venga a Dios en fe, como el hombre cuyo hijo estaba poseído por el demonio y dijo: “Seńor, yo creo; Ąayúdame a superar mi incredulidad!” (Marcos 9:24). En los primeros días de la Iglesia, después de la resurrección y ascensión de Jesús, las autoridades religiosas se preocupaban por acabar con el movimiento cristiano. Empezaron a perseguir a los discípulos de Cristo, pero Gamaliel, un líder sabio y respetado, aconsejó contra el uso de la mano pesada. “Si este movimiento es de origen humano,” aconsejó él, “terminará en nada. Otros hombres han empezado movimientos y han atraído a muchos seguidores, pero cuando murieron, su obra murió con ellos. Pero si este movimiento es de Dios,” advirtió Gamaliel, “nada lo detendrá.” Gamaliel tenía razón. La Iglesia de Jesucristo está viva hoy, no debido a la fuerza o el poder humanos; no debido a dichos sabios o la planificación sutil o incluso los milagros asombrosos. La Iglesia está viva porque Jesús está vivo. La Iglesia está viva porque Jesús es el Hijo de Dios. Jesús pide su confianza, no porque necesite la vindicación. Él fue vindicado cuando se levantó de la tumba. Él se presenta a usted, no para que usted le pueda ofrecer su aprobación. Él no necesita ninguna aprobación. Su decisión sobre la deidad de Cristo no tiene efecto en absoluto en Él, en su Iglesia, o en su Padre en el cielo. Lo afecta sólo a usted. Jesús le ofrece a usted el perdón de sus pecados, paz y contentamiento en esta vida, y la vida eterna en el cielo—si usted cree. żCreerá usted que Jesús es el Hijo de Dios? Hace varios ańos, tuve el privilegio de visitar Israel. Fue estimulante ver Jerusalén, Belén, y muchos otros lugares en la tierra dónde Jesús vivió. El guía de nuestro grupo de gira era un hombre que había nacido en Jericó y se había criado en esa parte del mundo. Esta persona tenía una gran riqueza de conocimiento sobre la Tierra Santa y sobre la vida de Jesús. Una y otra vez nos quedábamos asombrados por su conocimiento de los hechos bíblicos. En cada punto de interés, él citaba libremente de ambos el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Y cuando visitamos los lugares más importantes en la vida de Cristo—Belén Nazaret, Galilea, Jerusalén—hablaba con gran respeto e incluso reverencia de Jesús. Él sabía más de Jesucristo que muchos cristianos, y tenía un respeto profundo por Jesús de Nazaret. Intrigado por el conocimiento de esta persona de Cristo, uno de nuestros miembros de grupo preguntó si él era cristiano. Él contestó que no. Era un seguidor de Mahoma. Cuando yo le pregunté su opinión de Jesús, él contestó que ese Jesús fue un gran profeta, enviado de Dios. Él creía que Jesús vivió y enseńó en la Palestina antigua. Él creía que Jesús nació en Belén, que vivió en Nazaret, y que murió fuera de las puertas de Jerusalén. Él creía que Jesús habló muchas palabras poderosas, y creía que esas palabras eran verdad. Él creía todo acerca de Jesús, excepto esto--él no creía que Jesús era el Hijo de Dios. Eso describe a muchas personas hoy, quizás incluso a usted. Usted puede aceptar los hechos de la vida de Jesús e incluso ser atraído por su enseńanza. Usted puede estar interesado en Jesús como una figura histórica o como un gran profeta. Pero hay más. Es Jesús el Hijo de Dios que puede perdonar sus pecados y traer sentido a su vida. Es Jesús el Seńor viviente que puede darle un futuro en el cielo. żCreerá usted en Jesús--el Hijo de Dios? Norman G. Wilson es Director General del Departamento de Comunicaciones para La Iglesia Wesleyana. Él ha sido el portavoz de la transmisión de la radio internacional, La Hora Wesleyana, desde 1975, y editor de THE WESLEYAN ADVOCATE desde 1992. Sus dieciocho ańos de experiencia pastoral incluyen haber servido como plantador de iglesia en el área de Washington D. C. y pastor de la anterior iglesia de la universidad en Owosso, Michigan, EUA. Semana 4––Génesis 1:2c Creo en el Espíritu Santo Por Larry Hughes Enfoque: Creo en el Espíritu Santo Hace muchos ańos leí de un ministro que entrenaba una clase de catecismo para una recitación pública del Credo de los Apóstoles. El primer muchacho diría la primera frase: “Creo en Dios Padre Todopoderoso,” el segundo muchacho diría la próxima frase y así sucesivamente hasta recitarlo todo. Este día en particular los muchachos iban avanzando bien en la recitación cuando hubo una embarazosa pausa. Finalmente, se rompió el silencio cuando se oyó una vocecita diciendo: “Discúlpeme, seńor, pero el muchacho que cree en el Espíritu Santo no vino hoy.” A veces parece que la iglesia cristiana ha estado ausente cuando se viene a un compromiso vital de confianza en el Espíritu Santo. Si lo que parece es la realidad, entonces es muy desafortunado. Porque sería una vergüenza que cualquier iglesia perdiera el tremendo recurso del ministerio del Espíritu Santo. El Seńor Jesús consideró que este recurso personal del Espíritu Santo era su legado fundamental para los discípulos y, a través de ellos, para la iglesia. Juan 14:16 recoge su promesa: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros siempre.” Entonces, hablando de lo mismo en el versículo 18 dijo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” Con palabras aun más fuertes, Jesús dijo en Juan 16:7: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.” Si usted leyera el pasaje entero, Juan 14 hasta 16, vería que Jesús consideraba que la presencia y llenura del Espíritu Santo eran esenciales para el trabajo que Él estaba dejando a la iglesia. No sería exageración decir que ningún grupo de personas, no importa de qué denominación, se puede llamar cristiano apropiadamente a menos que la presencia y el ministerio del Espíritu Santo estén en su medio. Es ciertamente correcto decir que el Espíritu Santo es el instrumento de cualquiera y todo el trabajo que Dios hace en la tierra. Hay esta advertencia que viene de los pasajes de Juan referidos ya --el Espíritu Santo siempre apunta a Cristo. Jesús dijo: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará en toda la verdad; por que no hablará de su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber todas las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13–14). Debemos tener presente que Jesucristo es el centro de la revelación de Dios. Para parafrasear la percepción de un escritor, es Jesús encarnado quien nos muestra y trae a nosotros el amor de Dios; es el Cristo resucitado que hace disponible a nosotros el poder del Espíritu Santo. Por consiguiente, mientras nosotros dependemos grandemente del Espíritu de Dios en todas sus funciones, entendemos que es a Jesucristo que el Espíritu glorifica en nosotros y lo representa a nosotros. Así que no es extrańo que Pablo use las frases “el Espíritu de Dios” y “el Espíritu de Cristo” intercambiablemente, a veces en el mismo versículo, como en Romanos 8:9. Teniendo eso claramente presente, refresquemos nuestras mentes acerca de la grandeza de la revelación en Cristo Jesús mirando tres funciones del Espíritu Santo. Hay una función creativa del Espíritu Santo La función creativa del Espíritu Santo se indica en las frases de apertura de las Sagradas Escrituras. En la última parte de Génesis 1, versículo 2, se menciona el Espíritu de Dios “que se movía sobre la faz de las aguas.” El texto dice inmediatamente: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (v. 3). Claramente, los dos versos están conectados. El Espíritu de Dios es el instrumento de Dios en la creación. Cuando contemplamos eso, tenemos que poner nuestra comprensión a un lado y simplemente adorar. Dios, a través de su Espíritu, es realmente la única fuerza creativa en el universo que conocemos. Todos hemos conocido a personas que llamamos creativas; algunos de ellos incluso están en el nivel de genios. Pero cualquier persona creativa debe tener material para empezar. Sea en las artes o en las ciencias, todos trabajan con algo. Sólo Dios, por medio de su Espíritu, puede hablar la materia en existencia de la nada absolutamente. Eso desconcierta la mente y causa dolor en el cerebro de sólo pensarlo, pero inflama el corazón si uno avista brevemente la grandeza del Omnipotente en ese punto. Entonces, conforme se lee más en las Escrituras, más se descubre que el poder creativo de Dios se usa, cuando Él escoge, en nombre de su pueblo de pacto. Se puede ver aplicado colectivamente en ocasiones como en el cruce del Mar Rojo. Se puede ver aplicado individualmente en un pasaje notable de Éxodo 35, cuando Dios especificó la construcción del Tabernáculo. Les dijo que escogieran a un cierto artesano, y se dice del hombre: “Y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte. . . ” (v. 31). Más adelante dice que Dios había dado a este hombre “la habilidad de enseńar otros.” ĄNo es eso asombroso! Desde entonces los hebreos creyeron (como debemos nosotros) que toda persona que demostraba tener un don de cualquier tipo estaba dotada por el Espíritu de Dios. Hay sólo una habilidad creativa en el universo, y todos los que participan en esa habilidad, sean creyentes o no, son deudores al Espíritu Santo de Dios. Esto significa que el creyente puede alabar a Dios por cualquier creatividad que él mire en la vida. El Nuevo Testamento enfoca específicamente la creatividad del Espíritu en la salvación. Se conecta directamente al evento de la resurrección. Pablo dijo en Romanos 8:11, “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús, mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” Allí está. El Espíritu cuya habilidad creativa trajo el mundo a la existencia está ahora activo haciendo de nuevo al espíritu humano que está muerto en delitos y pecados, a través del mismo poder que levantó al Seńor Jesús de los muertos. Jesús dijo que es como volver a nacer de nuevo. Pablo dijo que es como una persona muerta levantada de los muertos. En otro lugar se refirió al resultado de esta acción como ser una “nueva creación.” Cuando los individuos extienden la mano por la fe y vienen a un conocimiento de primera mano que Cristo murió por ellos, hay un nuevo tipo de vida que se imparte a ellos que los hace vivos para Dios. Se vuelven lo que un escritor llama “totalmente humanos.” Son totalmente humanos porque cuando experimentan la nueva vida en el Espíritu son restaurados al tipo de relación con Dios que se buscó desde el principio. Hay todo tipo de implicaciones teológicas y verdades maravillosas conectadas con la salvación, pero central a todo está la presencia y la obra del Espíritu Santo. Ninguna persona en la vida es redargüida de su pecado y necesidad de Cristo excepto por la obra del Espíritu; ninguna persona nace en el reino de Dios excepto por el ministerio del Espíritu; ningún creyente es limpiado en la vida y apartado para el servicio excepto por el poder del Espíritu. Por eso ninguna iglesia debe estar “ausente” jamás cuando viene a la verdad, “creo en el Espíritu Santo.” Otro aspecto de la creatividad del Espíritu Santo es presentado vivamente en el ministerio de la iglesia primitiva y su vida de cuerpo registrado en el libro de Los Hechos. Por necesidad de un mejor término, lo llamaremos el liderazgo creativo en el ministerio. Note la diversidad de su liderazgo. Él llevó a Pedro a ir en contra de sus convicciones religiosas (prejuicios?) por medio de una visión. Apartó a Bernabé y a Pablo hablando a través de los ministros y laicos de una iglesia local. En otra ocasión, les cambió la dirección negándoles la entrada a otra región. De forma semejante, el gran Adoniram Judson misionero laboró por más de un ańo intentando entrar en la India. Fallando finalmente en su esfuerzo, tomó una puerta abierta a Birmania dónde un ministerio fructífero floreció. Fue llevado por el poder creativo del Espíritu. Los ejemplos no se limitan exclusivamente al liderazgo. Considere el progreso del evangelio. En Pafos, muchos creyeron porque un hechicero fue reprendido. En Listra, porque un cojo fue sanado; en Antioquía de Pisidia fue la predicación que cautivó la atención; y en Atenas, fue un discurso de debate en una reunión de un club. El punto es que nunca hubo una aplicación mala de su creatividad. El método del trabajo del Espíritu siempre es precisamente apropiado para la ocasión en particular. Hay un par de aplicaciones que se pueden hacer de esto. Primero, nunca debemos restringir la creatividad del Espíritu Santo con nuestras limitadas preferencias y experiencias. Está tentador hacerlo. No deseo desacreditar la historia y la experiencia humana, pero a veces las iglesias con un pasado glorioso son estorbadas creyendo que Dios debe obrar ahora como lo hizo entonces. Algunas personas se preocupan porque a la iglesia del día presente le falta la relevancia. El hecho es que le falta la relevancia sólo en el grado que está perdiendo el poder creativo de Dios en la presencia y dirección del Espíritu Santo. La segunda aplicación es que no hay ninguna situación en nuestras vidas corporativas o personales que el poder de Dios no pueda controlar. En las palabras de Ethel Waters cuando le preguntaron si pensaba que Dios pudiera obrar en la primera cruzada de Billy Graham en Madison Square Garden, “querido, no hay nada que Dios no pueda hacer.” La función de capacitación del Espíritu Santo Mientras la función creativa del Espíritu es fundamental, de esa raíz crecen dos otras aplicaciones de su capacidad. Una es la función de capacitación. Hay tres herramientas de capacitación que merecen mencionarse aquí. La primera es verdad, la segunda poder, y la tercera es habilidades, o dones. Algunos pudieran cuestionar que a la verdad se le pueda llamar capacitación. Realmente, es una herramienta completamente irreemplazable. Pablo nos dice que nuestra batalla no es contra carne ni sangre. El reino de Dios es el reino de verdad. Pablo, cuando habló sobre ponerse la armadura de Dios para la batalla, dijo que todo se sostiene “con el cinturón de la verdad ceńido alrededor de su cintura” (Efesios 6:14b). Jesús dijo: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Sin la verdad de Dios, el creyente queda indefenso. Esa verdad incluye precepto sobre precepto de Dios en Cristo. Pero más allá de eso, incluye una comprensión de la manera en que Dios obra en el mundo a través de la iglesia. Incluye una comprensión de los valores del reino eterno en contraste con los valores culturales de la edad que pasa. Nadie que está carnalmente dispuesto puede comprender estas verdades totalmente. Se preparan a las personas para ellas y sólo se instruyen en ellas a través del Espíritu Santo. Él usa a otros creyentes y maestros, pero la verdad no puede comprenderse sin Él. Vacilo en decirlo porque no quiero que se entienda mal, pero hay una comprensión intuitiva de la verdad que sólo viene como resultado de la asociación regular con el Espíritu de Dios. Quizá esto puede comunicarse mediante la siguiente descripción. En la primavera de mi sexto ańo en la tierra, fui con mi hermano mayor y uno de sus amigos en una exploración de una área boscosa cerca de nuestra casa en Indiana. Uno de los resultados de esa excursión fue que yo terminé, por accidente, en un arroyo frío, desbordado. A través de los esfuerzos del amigo de mi hermano, fui rescatado, y vuelto a un estado consciente. Después hicimos tiritando la caminata de regreso a casa por los campos. Nuestros padres y otros hermanos se habían ido. Sólo nuestra abuela paternal que vivía con nosotros estaba allí. Mi memoria de ella era de una persona anciana gruńona. Ella cuidó de mí, secándome y poniéndome ropa limpia y seca, pero todo el tiempo ella refunfuńaba acerca de cómo nosotros los muchachos no teníamos por qué irnos así, cómo íbamos a ser la causa de su muerte, y sucesivamente. Me puso entonces en el sofá de la sala y me cubrió con una manta. Mientras me dejaba dominar por el sueńo, me puse a pensar acerca del mundo frío y oscuro en que vivía. Fui despertado tiempo después de un sueńo muy profundo consciente de que mi cuerpo estaba en una posición diferente y que alguien estaba diciendo mi nombre una y otra vez. Cuando desperté totalmente, me encontraba en los brazos de mi madre. Ella estaba diciendo mi nombre repetidamente y preguntando si estaba bien. Acariciaba mi cabello hacia atrás con su mano y besaba mi cara. Había lágrimas en sus ojos. żEntiende usted que había una verdad acerca de la presencia de mi madre que literalmente transformó esa situación? De repente, el mundo no era tan oscuro y temeroso. Estaba soleado y luminoso, y era bueno estar vivo. De igual manera, el Espíritu comunica una verdad de Cristo que da vida y da testimonio internamente del amor de Dios. El Espíritu también equipa al creyente con poder. Jesús estaba interesado en que sus seguidores conocieran ese poder. Él les ordenó, en realidad, que no lo sirvieran hasta que hubieran recibido ese poder en la persona del Espíritu. En el libro de Los Hechos, el poder proporcionaba dos resultados. Había una intrepidez que permitió a los discípulos superar su miedo de testificar, y había una efectividad que caracterizó su ministerio. Cuando testificaban, los que eran atraídos por el Espíritu eran salvos. Cuando oraban, las cosas que pedían eran cumplidas, y había un aumento de la presencia del Espíritu Santo y la unidad del cuerpo. Si usted observa el mal uso del poder de la personalidad humana, entenderá por qué el poder del Espíritu templado por la verdad de Cristo y ejercido sólo por el Espíritu mismo. Nunca fue el control del poder divino entregado a la agencia humana. Otra herramienta de capacitación del Espíritu fue la entrega de habilidades a los miembros del cuerpo de Cristo para construir y unificar el todo. Estas “habilidades” se mencionan en 1a Corintios 12 como dones espirituales. Su propósito se declara en el versículo 7: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” Cualquier llamado don espiritual que magnifica al individuo o causa disensión en el cuerpo es muy sospechoso. Así no es cómo opera el Espíritu Santo. Hay una función de manejo de la vida del Espíritu Santo El Espíritu santo también tiene una función de manejo de la vida que se indica por las figuras retóricas de vivir en el Espíritu y caminar en el Espíritu. Romanos 8:5, declara que “los que son del Espíritu, [piensan] en las cosas del Espíritu.” Y el versículo 9 dice, “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros.” Gálatas, una carta paralela con la de Romanos, agrega esta palabra: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (5:25). Yo entiendo que vivir en el Espíritu es una actitud (inclinación) de franqueza a la dirección del Espíritu, y manteniendo el paso con el Espíritu para hacer los ajustes de momento a momento los que hacemos en respuesta a la dirección del Espíritu. Por consiguiente, hay una dirección espiritual consecuente de nuestras vidas diarias que nos permite que vivamos la vida a toda capacidad, así como enfrentar cualquier dificultad que viene. ĄQué tremendo recurso para el creyente! Es un error poner el énfasis en las obras espectaculares y ostentosas del Espíritu Santo descuidando la misión central del Espíritu que es ayudar al creyente en su sumisión diaria al seńorío de Jesucristo. Un pasaje de la Escritura que refleja el alcance de esa ayuda es Efesios, capítulo 4. En ese capítulo encontramos este consejo práctico: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios” (v. 30). El mensaje es el Espíritu que Dios está interesado por las cosas esenciales de nuestras vidas diarias y relaciones, al punto que sus sentimientos se contristan si nosotros no respondemos apropiadamente. Hay, además, integrado en este pasaje, la visión que Dios, a través de su Espíritu, es un gran conservacionista. Él toma los impulsos naturales de la persona y los conserva de su corrupción pecadora para su uso positivo y fructífero. Por ejemplo, los seres humanos tienen una necesidad de comunicar. Pablo dice, “ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación” (v. 29). No hay duda alguna que los seres humanos tienen una naturaleza adquisitiva. Bajo la guía del Espíritu Santo, vemos que “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo… lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” Ciertamente, el Espíritu Santo está involucrado en ayudándonos a manejar las debilidades de la carne así como las oportunidades de la vida que vienen en nuestro camino. Un hombre de negocios exitoso que tiene toda medida de lo que el mundo considera importante, se pone inquieto y descontentado, y siente que algo está faltando. Su búsqueda lo lleva finalmente a la fe de su juventud y de su familia. Se arrodilla en arrepentimiento y fe ante la cruz de Cristo y encuentra alivio. Es la obra del Espíritu Santo. Un obrero de construcción pendenciero que ha sido el guardaespaldas personal de un líder de una pandilla callejera entra en una misión una noche y es transformado gloriosamente en un dulce de espíritu que sus compańeros anteriores no pueden reconocer. Es la obra del Espíritu Santo. Una pequeńa congregación de creyentes se une en espíritu y amor y propósito. Empiezan a proyectarse a una comunidad que hasta ahora no les había prestado atención. La congregación crece dinámicamente hasta llegar a tener literalmente un ministerio e influencian mundiales para Cristo. Es la obra del Espíritu Santo. Una joven mujer lucha con la tentación de abandonar los principios de la fe enseńados a ella por sus padres para identificarse con las tendencias culturales de aquéllos en su lugar de trabajo. En un momento crítico de decisión ella se siente fortalecida y es capacitada para alejarse de la tentación. Es la obra del Espíritu Santo. Todo esto, y más, he visto con mis propios ojos. Por eso puedo decir con la mayor convicción, “creo en el Espíritu Santo.” Larry R. Hughes nació y se crió en Grant County, Indiana, EUA. Él ha servido al Seńor en el ministerio pastoral, enseńando en la universidad, y como conferenciante bíblico. Larry dice: “Hace tres ańos que entré en la experiencia de la tierra de Canaán. Los veteranos estaban equivocados en su tipología. La experiencia de la tierra de Canaán no es la santificación ni el cielo; Ąes la jubilación! ĄQue siga fluyendo la leche y la miel!” Semana 5––Efesios 1:18–23; 2:1-22 Una iglesia en la que vale la pena creer Por Jerry G. Pence Enfoque: Creo en la Iglesia żCree usted en la Iglesia? “Casi nos hemos dado por vencidos,” dijo una abuela de sesenta y algo. “Mi marido y yo donamos nuestro tiempo y talentos y miles de dólares a la congregación donde éramos miembros. Pero el nuevo pastor cambió la música y el estilo del culto y dijo que a cualquiera que no le gustara tendría que aceptarlo. Supongo que todo ese sacrificio para que él pudiera tener un lugar para predicar no significa nada. Si el pastor no nos necesita, entonces supongo que tampoco nosotros no necesitamos la Iglesia.” Las personas privadas de sus derechos se preguntan si vale la pena creer en la Iglesia. “Yo probé esa cosa de la iglesia hace un rato,” dijo un monopatinador joven a un amigo. “Pero las personas echaron una mirada a mis tatuajes y perforaciones y actuaron como si yo no existiera. Me gustó la función, pero detesto que la gente que me juzgue con sus ojos. żPor qué debo ir de nuevo?” Las personas defraudadas se preguntan si vale la pena creer en la Iglesia. Los medios de comunicación de hoy pintan cuadros de la Iglesia con vergüenza y sospecha debido a las fechorías de unos cuantos lobos en piel de oveja. Un reportero de la televisión obtuvo una respuesta sorprendente mientras entrevistaba a un hombre que fue molestado cuando era un nińo por el sacerdote de la parroquia. “Yo no creo en la Iglesia,” dijo el hombre amargamente al periodista. “Mi fe está en el fiscal y la policía y los tribunales para mi salvación.” Las personas desilusionadas dudan si vale la pena creer en la Iglesia. El crítico de drama americano y ensayista Brooks Atkinson era escéptico acerca de la necesidad de la religión organizada. “Yo no tengo ninguna objeción a las iglesias entretanto no interfieran con el trabajo de Dios,” dijo él una vez. Las personas incrédulas debaten si vale la pena creer en la Iglesia. “El problema no es la hostilidad hacia la iglesia,” declaró William Barclay, “es la indiferencia. Para muchos la Iglesia es absolutamente no pertinente; no vale la pena criticarla siquiera, es simplemente para no ser tomada en cuenta.” Las personas desinteresadas ni siquiera preguntan si vale la pena creer en la Iglesia. Para algunos es difícil creer en la Iglesia porque tienen problemas con la autoridad. Otros son absolutamente sospechosos de las instituciones. Algunos rechazan la Iglesia porque exigen un grado de perfección de otros que ellos nunca se impondrían a sí mismos. Algunos han sido espiritualmente heridos. Muchos más están simplemente demasiado consumidos con los asuntos diarios para prestar alguna atención a asuntos del alma. Cualquiera la razón para las vacilaciones de las personas, éstos son de hecho días problemáticos para la Iglesia. Son días de escándalo, escrutinio, escepticismo y burla. Son días de distracciones, deserciones, divisiones y decisiones. Son días de desafíos, cargos, cambios y opciones. Son días de choques de culturas, guerras de culto, amnesia histórica y anemia espiritual. Algunas de estas crisis son causadas por la misma Iglesia. Otras se deben a factores totalmente fuera de su control. Aún así, los días de problemas también pueden verse como días de promesa: Éstos son días de timidez, quebrantamiento, vacío e indigencia que hacen a muchas personas espiritualmente reflexivas. Éstos son días de sońar, anhelar, buscar y esperar que hace a muchas personas más espiritualmente receptivas. Éstos son días de franqueza, opciones, optimismo y oportunidad que hacen a muchas personas espiritualmente sensibles. Entonces— żqué tipo de Iglesia debe ser para que valga la pena creer en ella? La carta a los Efesios en el Nuevo Testamento proporciona algunas pistas. Según el Apóstol Pablo, Vale la pena creer en un Iglesia que desafía el infierno (Efesios 1:18–23; 2:1–2, 6–7). El infierno está interesado en la Iglesia, aun cuando algunas personas no. Eso es porque la Iglesia es la mayor amenaza para el infierno. Pablo hizo una declaración asombrosa en Efesios 1:18-21. Él declaró que la supereminente grandeza del poder de Dios, resucitó a Cristo de los muertos " sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y seńorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también el venidero.” No sólo ha sido el infierno eclipsado ahora por el seńorío de Cristo, también ha sido humillado por Él, porque según los versículos 22 y 23, Dios "sometió todas las cosas”—que incluye el infierno—“bajo sus pies y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo. . . .” żLa línea de fondo? ĄSatanás está perdiendo su agarre! Efesios 2:2 nos recuerda acerca de un pasado cuando todos estábamos bajo el dominio del “príncipe de la potestad del aire”—uno de los nombres de Pablo para el diablo. En otras palabras, Satanás podía controlarnos y usarnos. A través de la Biblia, se le describe como un engańador, un mentiroso, un león rugiente que busca devorar las almas. Se obtiene la palabra “diabólico” de la palabra griega—diábolos. Es una palabra que identifica a Satanás como un acusador siniestro y divisor. Intenta sembrar duda y disensión por todas partes porque “dividir para conquistar” es su estrategia más eficaz para controlar a las personas. Causando división, Satanás puede batallar contra grupos o individuos debilitados y derrotarlos con efectividad innegable. Confiadamente, sin embargo, la Biblia dice, “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1a Juan 3:8). żCómo? Usando la Iglesia para acabar con el poder de Satanás de dividir y conquistar. ĄSabe qué! Así como Dios levantó a Jesús y le dio autoridad suprema, Él ha hecho lo mismo para nosotros. Escuche a Pablo en Efesios 2:6—“Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús. . . ” (Énfasis agregado). Las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia porque el poder todopoderoso, creador de vida, aplastador del pecado, desafiador del infierno del mismo Dios está operando a través de ella. La Iglesia asciende a pesar de lo peor que el infierno le lanza. Incluso cuando la debilidad humana y el mal juicio de algunos de sus representantes causan problemas y dolor para la Iglesia, el infierno no ha ganado. Las palabras de Horace Bushnell de hace 150 ańos todavía son ciertas—“La persecución no ha aplastado a la iglesia; el poder no lo ha derrotada; el tiempo no ha rebajado sus fuerzas; y lo que es más maravilloso de todo, los abusos de sus amigos no han sacudido su estabilidad.” El infierno intentó una vez derrotar a la Iglesia, pero perdió cuando Jesús salió de su tumba. La Iglesia desafía el infierno y el infierno la odia y la teme porque nunca puede derrotar el cuerpo de Cristo. Esa es una Iglesia en la que vale la pena creer. Así también una Iglesia que hace a santos de pecadores. Vale la pena creer en una Iglesia que fortifica la bondad (Efesios 2:10). Algunos detractores cerrarían todas las iglesias por no hacer su trabajo porque todavía hay pecado en el mundo. żDetendrían ellos también la investigación médica porque todavía hay enfermedades? żCerrarían ellos todas las universidades porque algunas personas todavía hacen cosas ignorantes o tontas? żSe librarían ellos de todos los semáforos porque algunas personas piensan que la luz verde significa ir rápidamente, la amarilla ir más rápidamente, y la roja nada en absoluto? Con creciente fervor, muchos políticos, magnates de los medios de comunicación, académicos y elitistas en nuestra sociedad están en una campańa para marginar a las personas de la iglesia. Su meta es empujar la religión al borde distante de la vida pública y negarle una voz en los debates nacionales. La fe es tratada como un vestigio curioso de días menos ilustrados. Mientras que "la tolerancia” y “la aceptación” se aclaman como la cima de los valores sociales, los mismos evangelistas de la no-discriminación usan el grito de guerra de “separación de iglesia y estado” como un arma sutil para minar la influencia de los cristianos. A los creyentes evangélicos, bíblicos se les marca y se les difama y se les aglomera como “extremistas religiosos” o “fundamentalistas derechistas.” Hay un viejo refrán que dice que la Iglesia tiene muchos críticos pero ningún rival. Tan merecedora de la crítica como puede ser a veces—tan defectuosa por los fracasos humanos que es verdaderamente—todavía no hay fuerza en la tierra que haga tanto bien como la Iglesia. Según el escritor Neil Strait, “La Iglesia es una fuerza para bien en un mundo bombardeado por el mal. Es una fuerza para el amor en un mundo enterrado por el odio. Es una fuerza para paz en un mundo desgarrado por la violencia.” La importancia y el significado de la Iglesia no son determinados por los prejuicios de Hollywood, Washington, Madison Avenue, el Mundo de Disney, Wall Street o la universidad en la esquina. La Iglesia es significante porque Dios le ha hecho un compás moral y ético para guiar al mundo a través de aguas tormentosas. El Apóstol Pablo lo dijo de esta manera en Efesios 2:10, “. . . somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Históricamente, fue la Iglesia que estuvo en la vanguardia de la abolición de la esclavitud, el tratamiento correcto del enfermo mental, el cuidado de los ancianos, el fin del trabajo infantil, la lucha de los derechos civiles y la igualdad de las mujeres. żDe dónde piensa usted que vino la idea y el primer apoyo para las escuelas públicas, los hospitales, los hogares para ancianos, orfanatos, universidades y agencias de socorro? Tiene razón si pensó la Iglesia. La Iglesia de Jesucristo mantiene la motivación, la maquinaria y la mano de obra para los logros más duraderos, compasivos y generosos del género humano. Jay Kessler, canciller de la Universidad de Taylor, tenía razón cuando dijo: “Si uno pudiera poner una jeringa en el mundo y sacarle toda la influencia de ética y moralidad y misericordia cristianas, el mundo sufriría una implosión—derrumbándose de su propio vacío moral. Gracias a Dios por una Iglesia que fortifica la bondad haciendo santos de pecadores. Vale la pena creer en un Iglesia que unifica a las personas (Efesios 2:11–13). Para todos nosotros, una relación rota con Dios es la raíz de nuestros peores problemas. Pablo dijo: “. . . Acordaos de que. . . estabais sin Cristo, alejados. . . ajenos. . . sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12). Pecado por pecado, con nuestras propias manos, todos hemos construido las barreras para dejar fuera a Dios de nuestra mente y fuera del paso para seguir nuestros propios deseos. La imagen bíblica es poderosa, sin embargo. Nos muestra cuán intolerable es esta separación para Dios: “Pero ahora en Cristo Jesús,” la Biblia dice, “vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hecho cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:13). Dios no quiere que permanezcamos solos y sin esperanza. Un Iglesia en la que vale la pena creer hace la unificación de las personas con Dios su misión primaria. Este tipo de Iglesia también une entre si a las personas. Pablo apuntó al conflicto cardinal de nosotros” contra “ellos” refiriéndose a los cristianos de Éfeso como “vosotros, los gentiles” y a los judíos como “la llamada circuncisión” (2:11). Los hombres judíos llevaban en su cuerpo una marca de distinción que los separaba de todas las otras personas. Los marcaba como el pueblo escogido de Dios. Muchos equivocaron su condición judía como una seńal de privilegio y exclusividad, en lugar de responsabilidad misionera que Dios intento que sintieran. El resultado fue odio y separación entre los judíos y los no judíos/gentiles. Entonces vino Jesús. . . un hombre judío que también llevó la marca de Dios en su cuerpo, sin embargo, tendió sus manos hasta el otro lado de la división racial y cultural erigida por el orgullo humano para reconciliarnos con Dios y reunirnos como hermanos y hermanas en su propia familia adoptiva. Doy gracias por una Iglesia que unifica a las personas ayudándolos a amarse eternamente con Dios y entre sí. Ningún otro grupo cumple el deseo humano de pertenecer mejor que la Iglesia. Piense en ella como una familia extendida, con los mejores padres y abuelos, tías y tíos, hermanos y hermanas y primos que uno podría esperar en la vida. Cuándo la vida se desintegra y este despiadado mundo lo tira con la basura żadónde puede ir una persona en busca de perdón y ayuda para empezar de nuevo? La respuesta es “Va a la Iglesia.” Va a aquéllos que extenderán la mano desinteresadamente en el nombre de Jesús y simplemente dirán, “Todos nosotros también hemos hecho desarreglos. Venga. Nosotros lo amaremos. Lo ayudaremos.” La Iglesia es una familia que acepta a las personas que han estropeado sus vidas—así como las que han tenido éxito. C.S. Lewis tiene una interesante opinión sobre el infierno. Él describe el infierno como aislamiento. Es la última separación de las personas entre sí conforme se vuelven más ensimismados y desinteresados en otros. Si el infierno es aislamiento, la reunión de las personas en Cristo es la última estrategia por despoblar y destruir el infierno. La gente tiene todo tipo de agendas para sus iglesias locales. Algunos piensan que su congregación debe consagrarse exclusivamente a rescatar a los pobres o indigentes. Otros dicen que el trabajo principal de la iglesia debe ser desarrollar la influencia política para acabar con el aborto y prevenir la eutanasia. Hay quienes abogan por hacer las prioridades principales de su iglesia una guardería o a una escuela o a un hogar de ancianos o un Bingo. Ahora, todas éstas pueden ser actividades que valgan la pena (Ąsalvo la idea patrocinada por la iglesia de jugar por dinero!). Pero éstas no son lo que la Iglesia realmente es. La Iglesia ayuda a las personas en necesidad de recuperación de adicciones, pero no se trata sólo de recuperación. La Iglesia es sensible hacia los asuntos de compasión, pero no es sólo de benevolencia y ministerio social. La Iglesia se preocupa por la educación y la responsabilidad cívica, pero no es sólo de estas cosas. La Iglesia está para unir a las personas en Cristo. William Temple, antiguo Arzobispo de Canterbury y líder de la Iglesia de Inglaterra, insistió que “La iglesia existe para aquéllos fuera de ella.” Un Iglesia en la que vale la pena creer constantemente hace más y mejores discípulos para Jesucristo—unificándonos con Dios y entre sí. Vale la pena creer en un Iglesia que magnifica a Cristo (Efesios 2:14–18). William E. Orchard casi habló proféticamente acerca de nuestros días cuando dijo hace 70 u 80 ańos “pudiera necesitarse una Iglesia crucificada para presentar a Cristo crucificado antes los ojos del mundo. Los titulares de hoy son como clavos metidos en las manos y pies de la Iglesia. Son los recordatorios dolorosos que, para que el mundo vea a Jesús más claramente, el pueblo de Dios debe unirse a él en sus sufrimientos. Cristo es nuestro ejemplo de todo a lo que la Iglesia necesita volverse. Piense acerca de cómo Pablo lo exalta en Efesios 2:14-18. Nos dijo en primer lugar que Jesús es un derribador de barreras. En Efesios 2:14, Pablo mencionó que él “derribó la pared intermedia de separación” entre judíos y gentiles. Se refería a la pantalla de mármol en el Templo judío antiguo en Jerusalén que segregaba el patio de los gentiles del resto de ese lugar santo. Los rótulos montados visiblemente arriba de cada puerta gritaban a cada no-judío que se quedara fuera del santuario interno o exponerse a la muerte si era sorprendido entrando. Esta pared marcaba la línea alrededor del lugar de adoración más santo del mundo con el solo propósito de alejar a las personas, en vez de invitarlas a entrar. ĄPero Jesús tenía un plan mejor! Él soportó la violencia del castigo de muerte por el pecado para hacer una declaración eterna sobre cuán lejos está dispuesto a ir para aceptar a todos los que queremos su amor. Su cruz se volvió un ariete que derribó la pared de hostilidad del pecado de división entre nosotros y Dios, y de nosotros y unos de otros. Jesús es un rompedor de barreras. Jesús es un portador de cargas, también. Una frase reveladora en Efesios 2:15 dice que Cristo abolió “en su carne… la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas.” Los judíos en los días de Pablo estaban orgullosos de sus rituales y sus leyes. Hasta las llamaban “las leyes de Dios,” pero Jesús los expuso en Lucas 11:46 como cargas imposibles de llevar. Los judíos decían que la salvación era sólo para aquéllos que la ganaban guardando su ley. Jesús, sin embargo, sabía que nadie en la vida había podido guardar la ley entera, porque su propósito real era enseńar a las personas que necesitaban un Salvador. “Escudrińad las Escrituras;” declaró Él, “porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” (Juan 5:39–40). Pablo informó a los cristianos de Galacia: “. . . la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (3:24). Jesús llevó la carga de la ley y sufrió en nombre de otros el castigo de la muerte violenta que prescribía para aquéllos que la quebrantaban, para que nosotros pudiéramos librarnos de sus demandas imposibles y de su maldición. Llevando esta carga de vivir la única vida que jamás satisfizo las normas de Dios totalmente, Él abrió una puerta de amistad con Dios para nosotros y al mismo tiempo quitó la distancia entre el judío y el gentil haciéndose la esperanza de vida para ambos. Pablo también exaltó a Jesús como creador del cuerpo. Su propósito,” Pablo declaró en Efesios 2:15–16, era “crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” Jesús juntó al judío y al gentil en un nuevo cuerpo y lo llamó su Iglesia. Imagínese teniendo un trasplante de corazón. Parte de otra persona es ahora parte de usted. Jesús vino y unió a judíos y gentiles en su cuerpo. Este nuevo cuerpo Él llamó la Iglesia. No se puede amar a Jesús y despreciar su Iglesia. No se puede ser un creyente y rechazar su cuerpo. No se puede rendir culto a Dios y ultrajar a su pueblo. Cristo y sus seguidores son uno—por medio de Él nos reconciliamos con Dios y uno con otro. Vale la pena creer en una Iglesia que magnifica a Cristo. Y finalmente… Vale la pena creer en una Iglesia que dignifica a la humanidad (Efesios 2:21–22). Pablo se maravilló en Efesios 2:22 que la Iglesia es “una morada en la que Dios vive por su Espíritu Santo.” Un observador llamado Charles Heimsath una vez se le ocurrió que “El principal problema con la Iglesia es que usted y yo estamos en ella.” Otro chistoso dijo, “Si alguna vez encuentra la iglesia perfecta, no lo malogre uniéndose a ella.” Se pensaría que el Creador del universo tendría un gusto más que discriminador que hacer a personas como nosotros parte de su Iglesia. Todavía, sigue siendo verdad que la Iglesia es y siempre será sólo gente— personas imperfectas, dańadas por el pecado que vienen esperando la salvación y de repente se ven levantados por la mano de Dios para ser algo bello y santo. La Iglesia es verdaderamente la única organización en el mundo en la que se reserva su membresía para aquéllos que no la merecen. El cantante en el Salmo 8 pregunta a Dios en el verso 4 de esa canción, “żQué es el hombre para que tengas de él memoria?” Con asombro santo el salmista escribió: “Le has hecho poco menor que los ángeles.” Trágicamente, sin embargo, nosotros vivimos en una generación que no piensa en la gente como hechos un poco menor que los ángeles. Piensa de ellos como hechos un poco superior que los animales—un simple accidente evolutivo. El valor de una persona, según esta perspectiva barata de la humanidad, depende solamente de su productividad para la sociedad. Una persona sólo es valiosa con tal que él o ella tengan algo que contribuir a la preservación de las especies. La Iglesia, por otro lado, reclama audazmente que usted y yo somos increíblemente valiosos para Dios. Jesús habló acerca de una oveja perdida lo suficientemente importante para buscar, aun cuando signifique dejar 99 otras en el aprisco. Él habló de ángeles en cielo regocijándose cuando un pecador se arrepiente. Habló acerca de Dios que nota la muerte de pequeńos gorriones y dijo: “No temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:29–31). Los derechos humanos no son la invención de los políticos; son un regalo de nuestro Creador, incluido en el valor de cada alma humana. Usted y yo somos las piedras vivas—unidas con el cemento del amor de Dios subiendo en alto al cielo como el templo en el que Él se alegra de vivir. En efecto, Él nos llama santos—gente separada exclusivamente para sus propósitos y placer. La Iglesia es sólo gente—gente a través de la cual Cristo misteriosamente, pero maravillosamente, hace su voluntad en la tierra. El pastor Arthur DeKruyter preguntó una vez: "żDónde está la iglesia a las 11:25 el lunes por la mańana?” Entonces, en contestación a su propia pregunta, dijo: “En el consultorio del dentista. En salón de ventas automovilísticas y taller de reparaciones, y afuera en el camión. Está en el hospital, en el aula, y en la casa. Está en las oficinas, de seguros, de abogados, de bienes raíces, cualquier cosa que sea. Allí es donde la iglesia está, dondequiera que el pueblo de Dios está. Están haciendo lo que tienen que hacer. Están honrando a Dios, no sólo mientras rinden culto en un edificio, pero allí fuera.” Vale la pena creer en una Iglesia que dignifica a la humanidad. Nos hace creer que somos de tremendo valor y que juntos podemos volvernos algo eternamente grande de verdad. Hace trece siglos, San Bonifacio, un misionero cristiano a los jefes guerreros y tribus de Alemania occidental, escribió: “En su viaje por el océano de este mundo, la iglesia es como una gran nave golpeada por las olas de las diferentes tensiones de la vida. Nuestro deber no es abandonarla sino mantenerla en su curso.” żVale la pena creer en la Iglesia? El famoso erudito inglés C.S. Lewis testificó: Cuando me convertí a Cristo. . . pensé que lo podía hacer solo, retirándome a mis habitaciones para leer teología, y no iría a las iglesias y salones evangelísticos. . . . Detestaba sus himnos, que consideraba ser mediocres poemas puestos a música más mediocre. Pero cuando seguí adelante, vi el gran mérito que tienen. Me enfrenté a personas diferentes de perspectivas bastante diferentes y educación diferente, y entonces gradualmente mi presunción empezó a caérseme. Comprendí que los himnos (qué eran sólo música mediocre) eran, no obstante, cantados con devoción y beneficio por un santo viejo con botas de hule en el banco opuesto, y entonces uno comprende que no es apto para limpiar esas botas. La próxima vez que usted se pregunte si vale la pena creer en la Iglesia, asegúrese de aclarar qué tipo de Iglesia usted quiere decir. Vale la pena creer en un Iglesia que desafía el infierno; fortifica la bondad en nuestro mundo; unifica a las personas dolidas por relaciones fracturadas; magnifica a nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo; y dignifica a todos los que están dispuestos a participar del plan y propósito santos de Dios. El Dr. Jerry Pence es Director General de Evangelización y Crecimiento de la Iglesia para su denominación, habiendo servido también como pastor y superintendente del distrito. Él y su esposa, Calene, viven en Indianápolis, Indiana, EUA, cerca de sus dos hijos adultos, Kris y Kory. Semana 6––Miqueas 7:18–20 El perdón de los pecados Por Earle L. Wilson Enfoque: Yo creo en el perdón Hay un tema que nos involucra a todos, sin excepción: el perdón de los pecados. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Una de las características más llamativas de la predicación apostólica era esto: comunicaba a hombres y mujeres la maravillosa experiencia de ser perdonados. Habrá notado usted el hecho inmensamente significante que la mayoría de las expresiones líricas de poesía y doxología en ambos testamentos celebra el perdón. “żQué Dios como tú...?” Exclama Miqueas (Mi. 7:18), desafiando en nombre de Jehová toda la pompa imperial de las terribles deidades de las naciones. Pero la importancia extraordinaria de esa jubilación profética yace en las palabras que siguen inmediatamente, qué muestra la acción característica del Dios de Israel dentro de la historia. No, qué Dios como tú que vuela en alas del viento y andas sobre las alturas de la tierra. No, qué Dios como tú que confunde las artimańas del pecador y tienes al malo en escarnio. Sino esto, “żQué Dios como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá de tener misericordia de nosotros. . .” (Miqueas 7:18–19). Esto, declaran los escritores de las Escrituras a una voz, es su corona de gloria--la última maravilla. Nada de extrańo que Samuel Davies cantara y nos hiciera cantar: Gran Dios de maravillas, todos tus caminos, Son dignos de tú ser divino. Pero las glorias de tu gracia, Brillan más que tus otras maravillas. Quién es un Dios perdonador como tú, żO quién tiene gracia tan rica y libre? La verdadera profundidad de la concepción cristiana del perdón, y el esplendor esencial de la experiencia cristiana, se descubre sólo a aquéllos que han enfrentado y respondido por lo menos a tres principios y preguntas ineludibles. En una forma u otra, estas preguntas se repiten continuamente. No sólo frecuentan el pensamiento de los teólogos sino también la lucha humana de siempre con la tentación. Confrontan a cada nueva generación y a cada alma individual, y exigen una respuesta. En particular se levantan, aunque sea inarticuladamente, de cada congregación reunida y se arrojan anhelosamente de aquí a allá fervorosamente. A veces puede ser con una desesperación apasionada en la persona que tiene que hablar a sus compańeros en nombre de Dios. żEstas preguntas y sus respuestas detallan para nosotros el sistema teológico de la salvación llamado soteriología--żcómo es que Dios nos salva? żLa primera pregunta es esta: es necesario el perdón? żEs necesario el perdón? Suponga que anunciamos a una persona que lo esencial acerca del evangelio es su ofrecimiento de perdón. De hecho, suponga que lo hacemos en las palabras de San Pablo: “Si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo” (2a Co. 2:10). Suponga que él replica: “Debe haber un error. Cristo ha venido a la dirección equivocada. żPerdón? żPara mí? żPor qué lo necesito? Sin duda hay suficientes que han errado y han hecho un embrollo de las cosas, por eso es que el mundo está en esta lamentable condición. żPero, yo? żQué he hecho yo para que tenga que perdonarme?” żCuál es la contestación apropiada para tal persona? Obviamente, hay los que no creen en el perdón de pecados porque no creen en la realidad del pecado. De manera que para contestar a la pregunta de si el perdón es necesario, debemos empezar muy atrás con el asunto del pecado. Y a esa sugerencia algunos responderían con un desafío arrogante y descarado: “żPecado? Ciertamente no irá a resucitar a ese viejo cuco.” El pecado se ve como la vieja tontería de un calvinismo antediluviano. Y aun cuando concedemos el hecho del pecado humano, “Abana y Farfar, ríos de Damasco, żno son mejores que todas las aguas de Israel?” (2a Reyes 5:12). “żNo es nuestro humanismo nativo mejor que el Jordán pasado de moda? Sea sensato. żPiensa usted que al poder detrás del universo le va a importar cómo yo escojo manejar mi vida? Tiene más que hacer.” La reacción común es que Dios palmeará la espalda del pecador un día y dirá: “Vamos, vamos. Yo sé que no quisiste hacerlo. No eres tan malo. El perdón no es necesario.” “Guárdalo para aquéllos que lo quieren,” nos dicen, “pero por favor no me lo ofrezca a mí.” El hecho es que culturas, sociedades, comunidades, naciones, y civilizaciones han caído porque sostuvieron el romántico mito del progreso inevitable. “Ninguna acumulación de evidencia contradictoria,” dice Reinhold Niebuhr, “parece perturbar la buena opinión que el hombre moderno tiene de sí mismo.” Se cuenta la historia de Federico el Grande, quién una vez escuchó un sermón que desahogadamente glorificaba la idea del progreso. El hombre era una criatura maravillosa que pronto se ocuparía de su salvación y haría de la tierra un paraíso. Pero Federico, crecientemente impaciente, oyó con desdén esa ociosa charla y murmuró: “Se ha olvidado del puro diablo en el corazón humano, las pasiones anárquicas del alma.” żQué de la persona que minimiza el pecado y niega que el perdón sea necesario? Incluso esta persona tiene punzadas momentáneas de inquietudes y auto acusación. “La mala conciencia,” escribe Brunner, “es como un perro encerrado en el sótano a causa de su hábito tedioso de ladrar, pero está continuamente observando para entrar en la casa prohibida para él y puede hacerlo en el momento en que su dueńo relaja la vigilancia.” La mala conciencia siempre está ahí. Es crónica, pero hombres y naciones parecen lograr un grado asombroso de éxito reparando su complacencia dańada e imponiendo silencio a su conciencia intranquila. “Tenemos iglesias,” escribió a P.T. Forsyth, “de las mejores y más amables personas que no tienen nada apostólico o misionero, que nunca conocieron la desesperación del alma o su gratitud sin aliento.” Una vez que se ha hecho a un lado, racionalizado el pecado, una doctrina de perdón siempre parecerá superflua y no pertinente. Nuestra tarea es proclamar comprensiblemente al mundo el juicio y la misericordia del Seńor, y al hacerlo demostrar la necesidad del perdón. El caos del mundo. Hay tres hechos de la vida y de la historia humana que demuestran la necesidad del perdón. El primero es el caos del mundo. Si algunos teólogos han intentado desechar la idea del pecado original, los reporteros de noticias que escriben sobre la situación actual están exponiendo la doctrina que yace profundamente en la conciencia del género humano. El editor de un periódico, al hacer un comentario sobre un acto de cruel tortura y asesinato que había sido cometido por tres muchachas adolescentes contra un compańero de clase, y buscando una razón de por qué, dijo: “Son jóvenes sin almas. Su generación los ha enseńado que nada es malo y nada es correcto.” Estamos siendo testigos hoy de cómo el fracaso moral de una generación vacía la visión moral de la próxima. El hecho es innegable. El mundo entero está enclavado en una gran dificultad trágica de pecado. Como dijera Juan: “El mundo entero está bajo el maligno” (1a Juan 5:19). El dilema del hombre es cósmico--el reino del pecado. No podemos desligarnos del problema. Considere la distorsión y la diablura del mundo; la disposición que es pecadora, y el prejuicio que estorba el espíritu. Ninguna persona que haya confrontado el caos del mundo puede mantener honestamente la pretensión mucho tiempo de que el perdón es innecesario. El carácter de Cristo. El segundo argumento que demuestra la necesidad del perdón es el carácter de Cristo. “Quizá yo no sea un santo, pero soy tan bueno como cualquiera otro,” dice alguien. Esa declaración podría tener alguna validez cuando uno se compara con otro. Pero el argumento se encoge cuando Jesús se le acerca, porque “Él tiene una belleza diaria en su vida que me hace feo,” dijo Cassio. Agustín, en sus ańos tempranos en la Universidad de Cartago, era un joven condescendiente consigo mismo, lleno de complacencia y transigencia. “Cantaban alrededor de mí en mis oídos,” dijo él, “un caldero de amores impíos.” Un día, sin embargo, Jesús cruzó su camino y él fue humillado hasta el polvo. “Me alcanzaste,” lloró Agustín, “por detrás, a mis espaldas, donde yo me había puesto todo el tiempo que prefería no verme, y tú me pusiste ante mi cara para que viera cuán vil era yo. Me vi y me horroricé.” “Entonces, vuelto el Seńor,” anota el evangelista, “miró a Pedro; y Pedro recordó la palabra del Seńor que le había dicho” (Lucas 22:61). Y este hombre fuerte salió y lloró como un nińo. El orgullo es deshecho por la santidad de Cristo. La anarquía de la persona con pretensiones de superioridad moral se derrumba. żDónde está, entonces, la persona que pueda traer su vida a la blanca luz del carácter de Jesús esa nobleza sin igual, esa espiritualidad sin medida, y que todavía piense que no tiene nada de qué ser perdonado? La cruz de nuestro Seńor. Si el caos del mundo y el carácter de Cristo no demuestran suficientemente que todos necesitan el perdón, la cruz de nuestro Seńor tiene que hacerlo. El Dr. E. Stanley Jones contó la conversión de un hombre que era oficial gubernamental en la India. Su trabajo lo llevaba fuera de casa, y allí era tentado y entró en toda manera de deshonestidad y vergüenza. Con el paso del tiempo, la carga de la culpa lo atormentó. Un día llamó a su esposa a su habitación y empezó a revelarle toda la infeliz historia. Cuando se dio cuenta del significado de sus palabras, ella se puso pálida como la muerte, tambaleándose cayó contra la pared, apoyándose allí con lágrimas en su rostro como si hubiera sido azotada con un látigo. “En ese momento,” dijo él después, “yo vi el significado de la cruz. Vi el amor crucificado por el pecado.” Y cuando hubo terminado, y ella le dijo que todavía lo amaba y no lo dejaría, y que ella lo ayudaría a una nueva vida, era la conversión—la salvación. Karl Barth lo puso así: “el Pecado nos abrasa cuando viene bajo la luz del perdón, no antes, el pecado nos abrasa entonces.” Lo que hizo la predicación apostólica fue mostrarnos a todos el significado de la cruz y nuestra propia aportación en ella. “Como especie,” dijo Forsyth, “no somos ni siquiera ovejas descarriadas o pródigos errantes, somos rebeldes capturados con las armas en las manos.” No debemos laborar bajo la noción equivocada de que en las corrupciones del mundo, en los odiosos males que han llevado a millones a la miseria, en las cosas en las que la cristiandad no tiene parte, que nuestras manos están limpias. Las cosas que crucifican a Cristo y arruinan al mundo entero son los pecados comunes de todos los días: el egocentrismo, el orgullo, la apatía, el cinismo, la flojedad, la falta de bondad, la oportunidad desaprovechada, el compromiso lastimoso --estos son los clavos y la lanza y la cruz. żNegará alguien, con Jesús colgado allí, que el pecado sea el enemigo crítico, la cosa más peligrosa e insaciable en el mundo, y que uno necesite ser perdonado personalmente? Yo creo que hemos contestado a la primera pregunta con cierto grado de minuciosidad. żEs necesario el perdón? De hecho, es necesaria para todos. Y hay una segunda pregunta: żEs posible el perdón? żEs posible el perdón? Que el efecto sigue automáticamente a la causa es el argumento de la humanidad. “Lo que el hombre sembrare, esto también segara,” declaran las Escrituras. “Como tiende el hombre su lecho, así yace en él,” es la noción popular. “El hombre llevará las consecuencias de su acción; el pasado, pasado es y está fuera de su control,” declare la mayoría. Hay verdad obviamente, en todos estas declaraciones. La pregunta es, żdónde puede entrar posiblemente el perdón? Ésta es la lectura lógica de la situación humana. Cada hecho malo lanzado en la corriente de la vida es como una piedra echada en el río. Las ondas se extienden en círculos extendidos sin detenerse hasta que llegan a la orilla más lejana. Así se propaga el mal. Antes de que el pecador sepa lo que ha pasado, el pecado se ha perdido de vista y está fuera de control. żCómo puede entrar el perdón redentor en tal situación? Pareciera no haber ninguna apertura en absoluto para él. Éste es el miedo de la vida y la literatura. De Sófocles a Shakespeare el testimonio es el mismo -- no hay camino para regresarse donde se empezó. Ese día, hace ańos, usted hizo su elección, y hoy está quemando sus manos. Le gustaría tirarlo, pero no puede. “De cierto os digo que ya tienen su recompensa,” dijo Jesús.” Lo trágico del pecado no es que falle su meta, sino precisamente que tiene éxito. Nosotros razonamos que el hombre debe escoger; y obtiene lo que ha escogido y termina encadenado a ello. "Dios acepta la emancipación del hombre de Él,” dijo Brunner, “y lo carga con su peso.” “El que es injusto, sea injusto todavía,” dice Apocalipsis. El dedo escribe y habiendo escrito: Se va; ni toda tu piedad ni ingenio Lo atraerá para cancelar media línea. Ni todas las lágrimas borrarán una sola palabra. Así es que la idea ha sido profundamente arraigada en la mente de muchos que el perdón no es posible. Pero nosotros sabemos que es posible con tal que entendamos qué es el perdón. żY eso nos lleva a una tercera pregunta: żQué es el perdón? żQué es el Perdón? El perdón involucra tremendamente tres realidades: absolución, pureza, y un proceso de vida. ĄAbsolución! El perdón significa un nuevo comienzo, otra oportunidad, un nuevo renglón -- es el levantamiento de la carga, la cancelación de la deuda -- la respuesta de Dios al lamento de una conciencia torturada. “Ten piedad en mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones,” oró al Salmista. Los escritores del Nuevo Testamento saltan sobre sus pies y hacen bocina con sus manos para gritarlo; cómo expresar esta verdad maravillosa con la ruina del discurso humano. ĄBuenas nuevas! Hay perdón en Dios. Hay una tierra de nuevos comienzos. Hay una fuente llena de sangre, Que fluye de las venas de Emmanuel, Y los pecadores sumergidos allí, Pierden todas sus manchas de culpables. Pierden todas sus manchas de culpables. El perdón es la palabra que resuena como música a través de todo el Nuevo Testamento. Fue el impulso en el que la iglesia nació. Era lo que los primeros cristianos predicaron cuando entraron en el mundo griego fatalista, pesimista y lleno de miedo. “El fatalismo es una mentira,” clamaron ellos, "Dios nos da otra oportunidad.” Celso, el filósofo griego, escarneció el “raído” movimiento cristiano: "Todos los otros maestros,” dijo él, “llaman a sí las mejores personas, el habilidoso y el bueno, pero este loco de Jesús llama a sí al vencido y al quebrantado, a la plebe y a lo postrimero, a los fracasados y a la escoria.” Pero, lejos de avergonzarse por eso, la iglesia se glorió en ello. “Sí, es verdad,” dijeron ellos. “Cristo toma lo roto y derrotado, pero no los deja así. De los fracasados que tú desecharías Él las hace personas nuevas. Éstas son las buenas nuevas: ahora tenemos redención por medio de su sangre incluso el perdón de los pecados.” ĄPureza! Debemos ir más allá, sin embargo, en la definición del perdón. No sería apropiado detenerse con la absolución, grande como es. Darle una nueva oportunidad a una persona sin un nuevo corazón; perdonar el mal sin destruir el mal; absolver a las personas sin levantarlas; sería desmoralizarlos. Estimularía a pecar con impunidad y hacer de la gracia de Dios un cómplice continuo del mal. A veces nosotros acusamos a nuestros amigos católicos romanos de eso. Una persona va a confesión, obtiene la absolución, después sale y peca de nuevo porque el perdón le ha venido demasiado barato. Nuestros amigos lo resienten, y debidamente, porque eso no es lo que la iglesia católica romana enseńa. Sin embargo, ilustra un punto de vista menos que cristiano y demasiado común en la historia de ambas tradiciones, la protestante y la católica, que es pensar del perdón en condiciones que se refieren a la seguridad o a la protección y dejar en libertad a los individuos de las consecuencias del pecado sin salvarlos del propio pecado. Hay dos teorías mayores del perdón que han descendido por los siglos, simbolizadas por dos dignas profesiones, la ley y la medicina. El abogado piensa en términos legales. Dios, para él, es el gran juez, y el hombre es un prisionero ante el tribunal de la justicia divina, después de haber quebrantado la ley de Dios. Cristo representa al abogado de la defensa, defendiendo el caso del pecador, cancelando su deuda. El concepto legal ha sido por mucho tiempo un enfoque dominante del perdón, y debidamente. Podría argumentarse que Pablo que era el enlace entre el mundo hebreo y el griego entró en las ciudades del imperio romano y tradujo la cristiandad de una concepción hebrea a modelos romanos de pensamiento. Su idioma era a menudo el idioma legal porque la mente romana era una mente legal. El argumento de la Epístola a los Romanos es de justificación por la fe, de cómo Dios puede ser justo y ser todavía el justificador del inicuo. A pesar de la Reforma, hemos heredado más o menos esa noción legal del perdón. En parte porque la Iglesia Católica Romana tomó la doctrina del perdón y edificó un sistema sacramental detallado alrededor de ésta--la adornó con la idea de premios, multas, penitencias, purgatorio, confesiones, absoluciones--y la gran verdad fue obscurecida por la misma maquinaria eclesiástica que fue diseńada para promoverla. No obstante, no debemos desechar el lenguaje de tribunal de justicia cuando pensamos en el perdón. El aspecto legal del perdón es válido. Todavía necesitamos ir más allá y detrás de ello para descubrir que Cristo no sólo vino a salvarnos del castigo del pecado, pero del pecado mismo. Por eso la profesión médica tiene una analogía quizá mejor para entender el significado del Nuevo Testamento para el perdón. El médico no piensa en condiciones de la ley sino de la vida. El pecado, para él, es una enfermedad que destruye la vida. El perdón es la cura para el pecado--la infusión de nueva vida para echar fuera el mal y restaurar la salud y la cabalidad. Cuando uno lee el Nuevo Testamento, descubre que Jesús no prestó atención al sistema de sacrificios del Templo. Él obtuvo el apodo de “el gran Médico.” Parecía no prestar atención a la noción legal. De hecho, A menudo tenía que chocar con las mentes legales para obrar su cura. Trajeron ante Él a una mujer tomada en el pecado. “La ley dice que merece la muerte, żqué dices tú?” Preguntaron ellos. Él no contestó. Inclinándose, escribió en la tierra. Cuando levantó los ojos, se habían ido. Nadie estaba allí, sólo la mujer. “żDónde están tus acusadores? żNadie te ha condenado?” “Nadie, Seńor,” contestó ella. “Ni yo te condeno, vete y no peques más.” Sus acusadores habían salido a salvar una ley. Él había salido a salvar una vida. El perdón significa absolución, una oportunidad nueva --y pureza, una nueva vida. ĄEl proceso de vida! El perdón no trata con una persona simplemente en lo que se refiere a la absolución y la pureza; es el arma cristiana para la redención social. Hay sesenta y dos palabras para perdón en el Nuevo Testamento. Veintidós veces significa perdón para otros. Sin eso, de hecho, no hay perdón para nosotros. Sospecho que usted está pensando ahora en la historia que Jesús exageró deliberadamente. Un esclavo debía diez mil talentos (diez millones de dólares), una cantidad imposible de reintegrar. Rogando de rodillas por misericordia, él fue perdonado y, entonces, a pesar de la misericordia mostrada a él, fue derecho de sus rodillas a retorcerle el cuello a un consiervo pobre que le debía veinte dólares. Jesús contó la historia para mostrar que las personas no son perdonadas si ellos no perdonan; que no tienen ningún parentesco con el Padre a menos que tengan el espíritu del Padre. No había nada legal en su pensamiento. El mensaje está claro: si usted no perdona, Dios no lo perdonará a usted. Él estaba pensando en la corrosión del alma humana que alberga odio y resentimiento hacia otro, y que es imposible que la gracia de Dios viva en un alma que no tiene gracia. Pedro quiso mantener el perdón un asunto legal y de estadísticas: “Seńor, żcuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? żHasta siete?” Sabía que tenía que ser más de tres que eran la concesión de costumbre bajo la ley. Y Jesús le dijo: “Pedro, no hay límite para el perdón. No siete veces, sino setenta veces siete--cuatrocientas noventa veces.” Ésta es la estrategia del evangelio. Vamos al mundo como personas que han sido perdonadas de una deuda que nunca podríamos pagar. Y vamos armados con el espíritu de perdón para sanar las heridas, corregir los males, y cambiar las relaciones fracturadas. La oscuridad no puede echar fuera la oscuridad; sólo la luz puede. La ignorancia no puede echar fuera la ignorancia; sólo el conocimiento puede. El mal no puede echar fuera el mal; sólo la bondad puede. ĄMe pregunto! żNecesitamos empezar aquí con el perdón? “Padre, perdónanos, como nosotros perdonamos a los demás.” El Dr. Earle Wilson es un Superintendente General de La Iglesia Wesleyana, sirviendo en esa capacidad desde 1984. Su ministerio ha incluido el servicio como pastor y presidente de una Universidad Bíblica. Él y su esposa Sylvia tienen tres hijos y ocho nietos. Earle y Sylvia viven en Indianápolis, Indiana, EUA. Semana 7––Juan 11:21-27 Es cuestión de vida y muerte Por Wayne Schmidt Enfoque: Creo en la vida eterna Hay ciertos versículos de la Biblia que lo hacen rascarse la cabeza un poquito la primera vez que se leen. Uno de ellos se encuentra en el libro del Antiguo Testamento, Eclesiastés, capítulo 7, versículo 2: “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete.” En otras palabras: “ĄMejor es ir a un entierro que a una fiesta!” Desde que no hay muchas personas que se dedican a llenar sus agendas sociales con entierros, uno no puede menos que maravillarse acerca de lo que el autor de Eclesiastés tenía en mente. Pero no nos deja con la curiosidad por mucho tiempo, porque sigue diciendo: “Porque aquello [la muerte] es el fin de todos los hombres, y el que vive que lo pondrá en su corazón.” Es un consejo extrańo, pero los entierros pueden ser eventos iluminadores. Los pastores tienden a pasar más tiempo en entierros que la persona promedio. Cuando se está en una casa fúnebre, si uno escucha cuidadosamente a los que amaron al difunto, uno puede aprender mucho acerca de cómo piensan las personas de la vida--y la muerte. Se puede saber si hay relaciones tirantes. Uno puede darse cuenta de si la familia sobre enfatizaba lo material --los argumentos sobre “quién obtendrá qué” ya pueden haber empezado. Y, se puede saber si hay esperanza. No la falsa esperanza que algunos generan en un esfuerzo para anestesiarse contra su pérdida dolorosa, pero la verdadera esperanza basada en una relación personal con Jesucristo, la esperanza que confesamos en el Credo de los Apóstoles cuando confesamos nuestra fe en “la resurrección del cuerpo; y la vida eterna.” Jesús visitó una “casa de luto” un día como la menciona Eclesiastés. Su visita siguió el entierro de un amigo personal de nombre Lázaro. Su respuesta a la muerte de su amigo, y al pesar de la hermana de Lázaro, María, se registran en el versículo más corto de la Biblia. Simplemente dice: "Jesús lloró” (Juan 11:35). Algunos de los judíos que se habían congregado en la casa para confortar a la familia se emocionaron al ver el amor genuino de Jesús por su amigo. Pero debió haber sido un poco embarazoso para Jesús. Algunos de los que estaban allí creían que Él era responsable de la muerte de Lázaro. Por lo menos, la pudo haber impedido. Después de todos, Jesús había sido informado que Lázaro estaba enfermo pero no hizo ningún esfuerzo para llegar a él rápidamente. La hermana de Lázaro, Marta, saludó a Jesús con estas palabras: “Si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.” Algunos de los judíos compartían su lamento, pero quizás por motivos menos admirables. Ellos intervinieron con: “żNo podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?” En medio de esta situación embarazosa, Jesús revela el fundamento para la verdadera esperanza ante la muerte: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. żCrees esto?” (Juan 11:25–26). Mientras que Jesús reconoció la realidad de la muerte, Él dio énfasis a la esperanza de la resurrección y la vida eterna. Él también nos dice cómo podemos recibir esa esperanza. La realidad de la muerte y la vida Un examen cercano a la declaración de Jesús deja bien claro que la muerte es un hecho ineludible de la vida. “El que cree en mi, aunque esté muerto vivirá.” żQué está diciendo? Que los que creen en Él vivirán espiritual y eternamente, aunque mueran físicamente. La muerte es una cita que todos guardaremos, a menos que seamos privilegiados de estar vivos cuando el Seńor retorne. El autor de Hebreos nos recuerda que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (9:27). Quizá este sentido que la muerte es nuestro destino, compartido por todas las personas, es la razón que tantos se muestran curiosos acerca de ella. La pregunta más vieja de la vida. Job, un personaje antiguo en la historia humana, se preguntó: “Si el hombre muriera, żvolverá a vivir?” (Job 14:14). Si bien es una de las preguntas más viejas de la historia, sigue siendo una de las más frecuentemente preguntadas. Hay un programa de televisión titulado Pregúntele al pastor. Un grupo de pastores invitados responde a las preguntas enviadas en por los espectadores. Algunas de las preguntas se relacionan con eventos actuales--últimamente ha habido una serie de preguntas sobre el terrorismo y la historia del conflicto entre los musulmanes y los judeocristianos. Algunas de las preguntas conciernen a descubrimientos recientes --por ejemplo, como los nuevos descubrimientos científicos, hay curiosidad sobre cómo encajan estos con el punto de vista bíblico de un mundo creado. Pero algunas preguntas se han hecho durante mucho tiempo y frecuentemente. A la cabeza de éstas están las preguntas sobre la vida y la muerte. żPuede una persona recibir la salvación cuándo él o ella están cerca de la muerte? żQué pasa con el alma de un cristiano cuando muere? żCómo será la resurrección final? Si bien no había televisión cristiana en los días de Job, y las respuestas que él buscaba fueron entregadas por medio del consejo cuestionable de sus “amigos,” cercanos la pregunta de la vida y la muerte es tan antigua como actual. Los temores más fuertes de la vida. żCuál es su mayor miedo? Los psicólogos especulan que hay sólo dos temores con los que nacemos --el miedo de ruidos fuertes y el miedo de caerse. El resto de nuestros miedos los adquirimos cuando experimentamos la vida. Si me detuviera aquí y le pidiera que nombrara los miedos comunes, podríamos identificar una lista larga. Un poco de miedos comunes se relacionan a las experiencias--volar, hablar en público, pérdida financiera, enfermedad, y pérdida de trabajo, para nombrar unos. Otros miedos se relacionan con ciertas criaturas de Dios--ratones, arańas, y serpientes. Un pastor decidió enfrentar su miedo a las serpientes haciendo que trajeran una a la iglesia durante su mensaje. El dueńo de la gran serpiente la puso alrededor de los hombros del pastor. Él estaba determinado a no sucumbir al miedo delante de la congregación entera, pero él confesó que todo en él quería deshacerse de esa serpiente en sus hombros y dirigirse a la puerta lateral. ĄVarios en la congregación después le informaron que ellos habrían seguido detrás de él! Hay dos temores que más influyen en las personas en la manera en que viven. Uno es el miedo de ser rechazado, acompańo por la soledad y el aislamiento. El mismo Dios determinó que “no era bueno que el hombre estuviera solo.” Este miedo se enfrenta mejor a través del sentido profundo de comunidad proporcionado por la familia de Dios. El otro miedo es la obsolescencia--el miedo que uno ya no hará una contribución a otros o que ya no será útil para nadie. Dios bendice nuestras vidas dándonos un propósito que proporciona importancia en esta vida y en la vida venidera. Hay un temor que no sólo influye la manera en que vivimos esta vida, pero también nuestras decisiones relacionadas con la vida venidera. Es el miedo de la muerte. Jesús destruye el poder de la muerte para “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15). Los mayores temas de la vida. La música toca el alma de muchas maneras. Una de las razones de su impacto profundo es su habilidad de capturar y entonces comunicar los grandes temas de la vida. Por ejemplo, la pregunta de Job, “Si el hombre muriere, żvolverá a vivir?” (Job 14:14), él contestó después: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25–26). Este tema inmortal de un Redentor viviente que ha conquistado la muerte ha sido captado en la gran música clásica del Mesías de Handel. Pero también se ha expresado en la canción contemporánea Yo sé que mi Redentor vive. El tema de la vida y la muerte es tan absorbente que la música de cada generación busca comunicarlo. Este tema no sólo es prevaleciente en la música, pero también en la Escritura. Juan estaba tan cerca de Jesús que lo identificaron como “el discípulo amado.” Su Evangelio, epístolas, y el libro de Apocalipsis están repletos con referencias a la muerte, la resurrección, y la vida. Realmente, él termina su primera epístola diciendo, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1a Juan 5:13). La gente no sólo pregunta de la muerte por razones diferentes, pero la enfocan de maneras diferentes. Algunos niegan la muerte. No pueden soportar pensar o hablar de ella. La negación es un mecanismo común, popularmente expresado en el sentimiento: “Si no le pone atención, quizá se vaya.” William Barclay cuenta de un periodista americano que escribió como primer artículo en su credo personal: “Nunca permitirme pensar en la muerte.” Pero eso no es tan sencillo. Hacer caso omiso de la muerte no la hace marcharse. Un paciente en su lecho de muerte puede fantasear sobre salir del hospital pronto. Los miembros de la familia pueden filtrar las palabras del médico hasta que sólo las más esperanzadas hipótesis permanezcan en su conciencia. Pero la muerte viene todavía, y negándolo deja a una persona sin prepararse para ella. Algunos le tienen pavor a la muerte. Si los que niegan la muerte disminuyen su posibilidad, los que le tienen pavor a la muerte se preocupan con su probabilidad. Sus vidas se consumen con los pensamientos de evitar la muerte. Es casi como decir “no piense en un elefante rosado.” Eso se vuelve la única cosa en lo que una persona puede pensar. Algunos le tienen pavor a la muerte debido a la incertidumbre acerca de lo que la sigue. Algunos le tienen pavor a la muerte debido al proceso que puede requerir—quizá una enfermedad prolongada y un dolor insoportable. Más de uno ha dicho: “Cuando me vaya, quiero irme rápidamente.” Están pensando en el dolor que evitarían y no en las oportunidades de decir adiós que perderán. El problema con nuestra cita con la muerte es que no sabemos dónde ni cuándo será. Desde que podemos decir con verdad: “Hoy podría ser el día,” quizá terminemos temiendo todos los días. Algunos desean la muerte. La vida puede verse tan difícil que se desarrolla una atracción a la muerte. La muerte se ve como la ruta de escape de una vida que es traumática o cansada. Desear la muerte indica que algo en la vida se ha puesto indeseable para esa persona. Algunos van un paso más allá que desear la muerte simplemente. Toman el asunto de la vida y la muerte en sus propias manos cometiendo el suicidio. La mayoría de los suicidios tiene muchos factores contribuyentes, y es casi imposible discernir qué claramente está pensando una persona y cuán responsables son sus acciones. Eso no cambia el hecho que el suicidio es una contradicción al valor que Dios da a la vida, incluso cuando es difícil. No estando dispuestos a confiar en la voluntad de Dios para su cita con la muerte, los que cometen suicidio “juegan de Dios” en asuntos de vida y muerte. Resurrección de la muerte a la vida La última parte de la declaración de Jesús a Marta declara que “todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente.” Jesús está diciendo que todo el que vive físicamente y cree en Él nunca morirá espiritual y eternamente. El énfasis se pone claramente en la naturaleza eterna de la vida que Él da. Las personas son creadas para la eternidad, de manera que la muerte no es el destino final sino una transición. Para los cristianos, la Biblia compara la muerte con irse a dormir y despertarse a una vida más allá de la imaginación. Esta transición de la existencia cotidiana de este mundo a la existencia eterna del otro es hecha posible por Cristo. Nuestro destino en la vida. Dios nos creó para vivir para siempre. Cuando el pecado entró en el mundo, el sufrimiento y la muerte la acompańaron. Cuando nuestro Salvador entró en el mundo, la resurrección y la vida lo acompańaron. Él reveló su persona y su misión con las palabras “yo soy la resurrección y la vida.” La vida eterna es una promesa. Tito 1:2 dice a los creyentes que ellos pueden descansar "en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos.” Nuestro Dios que guarda sus promesas tiene un plan para cada creyente--y ese plan no sólo involucra una cita con la muerte sino también la convicción de una resurrección y vida eterna. Durante muchos ańos la organización Cumplidores de Promesas ha animado a los hombres para cumplir sus promesas. Hay mucha estabilidad y bendición de vida basadas en guardar las promesas. Esto incluye las promesas que hacemos a nuestros cónyuges en la boda, las promesas que hacemos como padres al dedicar a nuestros hijos, las promesas que hacemos en el trabajo, en la casa, y en la iglesia. La Biblia nos dice que la resurrección y la vida por venir también están envueltas en una promesa. Esta promesa es iniciada por Dios que es incapaz del incumplimiento completo de sus promesas. Algunas promesas en la Biblia son incondicionales--nuestra respuesta humana no es pertinente. Otras promesas requieren nuestra respuesta, como la promesa de la vida eterna. Mientras Dios la inicia, es activada en nuestra vida personal a través de nuestra fe, hecha posible por la gracia de Dios. Debemos recibir su promesa de vida eterna personalmente a través de la confesión de nuestros pecados y poniendo nuestra fe plena en Jesucristo que provea nuestra salvación. Una vez que hemos recibido esta promesa de vida eterna, debemos permanecer en él a través de la fe continua en Cristo como nuestro Salvador y Seńor. 1a Juan 2:24–25 lo dice de esta manera: “Lo que habéis oído desde el principio, permanece, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.” Dios nos da la promesa de vida eterna. Nosotros la recibimos y permanecemos en ella. Esto nos da la convicción continua que su promesa se cumplirá a través de nuestra resurrección personal. La vida eterna es un regalo. Para algunas personas les es difícil dar. Pero un problema más común, por lo menos entre los cristianos, es la dificultad de recibir de otros. Muchas personas que son dadoras sensibles son receptores resistentes. żQué de usted? żLe es más difícil recibir que dar? Hay algo humillante en recibir un regalo amable, sobre todo si es extravagante. A menudo, intentamos convencer al dador para que no dé el regalo. Decimos que “realmente no es necesario.” A muchas personas se les hace difícil recibir el regalo amable, extravagante de la vida eterna. "Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo” (1a Juan 5:11). Casi es como si respondieran a este regalo de la vida eterna con la actitud que “realmente no es necesario.” Pero Dios sabe cuán necesario es--que ninguna otra manera funciona, y que el único camino a la vida eterna es por medio de Jesucristo, el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Este regalo no puede ganarse pero puede recibirse. Romanos 6:23 dice que lo que se gana con el pecado es una eternidad de separación de Dios: “La paga del pecado es muerte.” Sin embargo, la vida eterna se da gratuitamente: “Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Seńor nuestro.” Jamás podemos hacer bastante, dar bastante, o decir bastante para ganar la vida eterna. Sólo podemos humillarnos, reconociendo que Dios hizo para nosotros lo que nosotros no podemos hacer. Él nos dio un regalo que es para siempre valioso. Es una calidad de vida. Cuando la mayoría de las personas piensan en la vida eterna, probablemente piensan en una vida que dura un tiempo largo. El énfasis está en la cantidad de tiempo--dura para siempre. Pero la Biblia dice que la vida eterna también es una calidad de vida. La vida eterna no es sólo una referencia a la longitud de la vida, pero a la profundidad de la vida. Satisface nuestras necesidades más profundas. Un día Jesús entró en conversación con una mujer junto a un pozo. Inició la conversación con esta mujer de Samaria pidiéndole de beber. Esto la intrigó, porque la mayoría de los hombres judíos no se molestarían en reconocer la presencia de una mujer samaritana, mucho menos pedirle un favor. Pero ella descubrió rápidamente que Jesús no estaba interesado sólo en recibir agua del pozo, pero también estaba ofreciendo agua del pozo más profundo de todos--“Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). Jesús movió hábilmente la conversación de lo superficial a lo eterno. Eso es lo que la vida eterna hace para nosotros. En lugar de vivir en la persecución de la satisfacción temporal de las necesidades superficiales, saciamos nuestra sed más profunda. Pasamos de agua para beber agua viva. Agrega calidad a nuestras vidas. La vida eterna nos da un propósito duradero dándonos un propósito duradero. Jesús recalcó este punto a sus discípulos diciendo: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os darᔠ(Juan 6:27). ĄAclaro que Jesús no dijo que dejáramos de trabajar! La Biblia enseńa que no sólo debemos orar por nuestro pan diario, sino también trabajar para ganarlo. También está claro en las Escrituras que una persona que puede trabajar pero que no trabaja no debe permitírsele comer. Así que Jesús no está promoviendo el desempleo sino un redistribución de nuestra atención y energía de maneras que sean eternamente significantes. Él continúa diciendo que el trabajo que Dios requiere primero y sobre todo es que creamos en Él. Jesús apuntó la diferencia entre el trabajo que hace poca diferencia y el trabajo que hace una diferencia duradera. Otra manera que Él describió esto a sus discípulos fue hablando acerca de dos tesoros (Mateo 6:19–21). Hay tesoros en la tierra--debemos ser buenos mayordomos de estos tesoros, pero no para dedicar nuestro tiempo y energía en almacenarlos. No durarán y se pueden perder fácilmente. Entonces hay tesoros en los cielos-- los disfrutará por toda la eternidad. Él quería que sus seguidores supieran que donde estaba su tesoro, allí estaría también su corazón. Él los desafiaba, como nos desafía hoy, para vivir para lo que dura. Así que la vida eterna es una calidad de vida. Jesús vino a darnos una vida plena (Juan 10:10). Es una vida de calidad que no empieza en el punto de la muerte, sino en el punto del nuevo nacimiento. Muchas personas piensan en la vida eterna como algo que experimentarán algún día en el futuro--pero la vida eterna no es sólo tiempo futuro; es tiempo presente. ĄLos cristianos creemos en la vida eterna porque la estamos experimentando ahora mismo! Aquéllos que sólo viven para el futuro pierden la alegría de hoy. Jason Lehman de catorce ańos de edad lo puso de esta manera: Era primavera, pero era verano lo que yo quería, Los días cálidos, y el gran campo abierto. Era verano, pero era otońo lo que yo quería, Las hojas de colores, y el aire fresco y seco. Era otońo, pero era invierno lo que yo quería, La hermosa nieve, y la alegría de la estación de fiesta. Era invierno, pero era primavera lo que yo quería, El calor moderado, y el florecimiento de la naturaleza. Era un nińo, pero era madurez lo que yo quería, La libertad, y el respeto. Tenía veinte ańos, pero era treinta lo que yo quería, Para ser maduro, y sofisticado. Estaba en la edad mediana, pero era veinte lo que yo quería, La juventud, y el espíritu libre. Estaba jubilado, pero era la edad mediana lo que yo quería, La presencia de ánimo, sin las limitaciones. Mi vida había terminado. Pero nunca obtuve lo que quería. La vida eterna no es sólo la promesa del cielo algún día, pero un pedacito de cielo en la tierra hoy. El peligro de sólo enfocar el futuro es perder la alegría de la salvación hoy. Es una cantidad de vida. Así que la Biblia deja bien claro que la vida eterna es una calidad de vida. Pero también es una cantidad de vida. Usted probablemente ha oído la pregunta familiar acerca del cuidado paternal, “Es la calidad de tiempo lo que importa” La respuesta mejor es: “Es una gran cantidad de tiempo de calidad lo que hace la diferencia.” Piense por un momento en una experiencia que usted desearía que pudiera durar para siempre. Quizá era una vacación llenada de tiempos buenos. Quizá era una profunda conversación con un amigo. Quizá era un tiempo de adoración. Usted se oyó diciendo: “Desearía que este momento pudiera durar para siempre.” Eso es lo grande de la vida eterna--Ąes eterna! ĄDura para siempre! Regresemos a nuestro texto. Después de que Jesús se identificó como “la resurrección y la vida” y habló de su muerte, resurrección, y de la vida eterna, Él le hizo la pregunta a Marta que todos nosotros debemos responder--“żCrees esto?” La esperanza que confesamos en el Credo de los Apóstoles, “La resurrección del cuerpo; y la vida eterna,” es activada por la creencia personal. Ésta no es una creencia casual, pero una en la que nosotros arriesgamos nuestra vida en este mundo y en el mundo por venir. Quizá el versículo más conocido de la Biblia lo dice mejor: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). żCree usted esto? El Dr. Wayne Schmidt ha servido como pastor de la Iglesia Wesleyana de la Comunidad de Kentwood desde su inicio en 1979. Él ha sido bendecido en su matrimonio con Jan con sus tres hijos--Chris, Jordan y Elise. Su pasión por extender la mano a las personas perdidas y levantar a los creyentes se profundiza con el paso de los ańos. Firmes en la fe –– Recursos de sermones  PAGE 39 El Dr. Joseph R. Dongell es un ministro ordenado de la Iglesia Wesleyana y ha estado empleado en el Seminario Teológico de Asbury durante los últimos doce ańos como Profesor de Estudios Bíblicos. El Dr. Dongell ha estado casado con Regina durante veintiún ańos y tienen hijos gemelos de 16 ańos, Jordan y Janna. Los Dongell viven en Wilmore, Kentucky, EUA. 45`Ň × Ű Ü …‡ŚźŐő!4x•6<*/GISUöčÖǸޛތބŞrŞrŞdŞd„ޛޛޛޛޛޛŞZhŘPLCJmH sH hŒN+CJOJQJmH sH #hŘPLB*CJOJQJmH phsH hŘPLmH sH hŘPLCJH*OJQJmH sH hŘPL6CJOJQJmH sH hŘPLCJOJQJmH sH hŘPL5CJOJQJmH sH hŒN+5CJOJQJmH sH #hŘPL569CJFOJQJmH sH hŘPLCJOJQJmH sH hŘPLCJOJQJ"4CDE^_`‹ ß ę ‡ˆŸĄEŚźććĐĐĐËËËËÉÉÉĂĂžššĂŤ„`„ŕ7$8$H$^„``„ŕ$a$$a$„Đ`„Đ$a$$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$$dđ$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$ü1323ţţţźŐő'7]†łÓď™ZüUV}~ýya –"—"˛"ł"ńńńńńńńńńńńńďéďďŕŕŕďďďďŕŕŕ $7$8$H$a$„Đ`„Đ„`„ŕ7$8$H$^„``„ŕU}~ýţOPëěą!´!M"R"”"–"˛"ł"´"Ž#œ#<%E%ţ%˙%((2(3(4(č)ő)ť6ž6Ů6Ü6Ť9Ź9Ä9î9đ9BBtEuE…H‹HH”H\LąN´NáOđâÖâđâđâÇâ¸â¸âŽđâŚâ¸â¸âÇâŚđâŚâ¸â˜â˜âŚđâđâÇâÇâ¸â¸â”¸…hŘPLCJOJQJhmH sH hŘPLhgÜCJOJQJmH sH hŘPLmH sH hŘPLCJmH sH hŘPL6CJOJQJmH sH hŘPLCJH*OJQJmH sH hŘPLOJQJmH sH hŘPLCJOJQJmH sH hŘPL5CJOJQJmH sH 4ł"H%((2(3(4*°*Ą+$/1ş1—2W4Ň49Ź9­9Â9Ă9<œ>BŇEĘHřI\Lýýôôôýîîîýîîîýäîôôôýýýîýýý „@„Đ]„@^„Đ„Đ`„Đ $7$8$H$a$\LąN˛NłN´NáOâOăOäOĺOćOçOčOéOęOPP2PýďďďËďďďďďďďﲲ˛™$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdťSâ$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdťSâ#$d %d &d 'd NĆ˙ OĆ˙ PĆ˙ QĆ˙ „`„ ü7$8$H$^„``„ üáOâOăOéOPP3P4PcPdPePfPiRjR TTqWrWŕXáXYY Y&\'\†`‡`ádâd1i2i÷lřlppžrŁr ss6s9sđâÔĆľŚžĆž’ŠžŠžŠžŠžÔyԊžŠžŠžŠžŠžŠžŠžqžhžhhťSâ6mH sH h‚SŽmH sH  hbSŽhťSâCJOJQJmH sH hbSŽmH sH hťSâOJQJmH sH hťSâmH sH hťSâ5CJOJQJmH sH  hťSâ69CJHOJQJmH sH hťSâCJOJQJmH sH hťSâCJOJQJmH sH hŘPLCJOJQJmH sH hŘPL6CJOJQJmH sH (2P3P4PcPdPePiRCUqWŕXáXYY[&\†`ád1i÷lptćŢÖŢŢËËËËĂťłËËËËËËËË$a$gd_Ď$a$gd_Ď$a$gd_Ď $dđa$gd_Ď$a$gdťSâ$a$gdťSâ$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdťSâ9sksnsttÍwÎwíwîwďw˛yÂyĂy˝~ĺ~ć~bc¤ƒĽƒ„„ÉˆĘˆzŠ—Š˜ŠÓÔ!"ƒ‘„‘^•_•ţ—˙—™™™&™H™b™řďřçřŮÇŮž˛řŞř٢ř˘ř™ř˘ř˘ř٢ř‘ř˘ř˘ř˘ř˘řçƒç{mhŒ!CJOJQJmH sH h H|mH sH jhbSŽUmHnHuhÉ:ŃmH sH hťSâH*mH sH hgÜmH sH h‚SŽmH sH hbSŽhťSâ6mH sH hgÜ6mH sH #hbSŽhťSâCJOJQJ\mH sH hťSâCJOJQJmH sH hbSŽmH sH hťSâ6mH sH hťSâmH sH *tÍwÎwíwîw˛y˝~ž~ä~ĺ~b„ɈzŠ{Š–Š—Š!ƒ‘^•ţ—™™™ôčăŰÓôčËŰôôôôčËŰôôôôôôô$a$gd_Ď$a$gd_Ď$a$gd_ĎgdbSŽ $„Đ`„Đa$gd_Ď $dđa$gd_Ď™™ ™!™"™#™$™%™&™'™(™)™*™+™,™-™.™/™0™1™2™3™4™5™6™7™8™9™ôôôďďďďďďďďďďďďďďďďďďďďďďďďgdťSâ $dđa$gd_Ď9™:™;™<™=™>™?™@™A™B™C™D™E™F™G™H™I™b™™–™—™˜™Á™úúúúúúúúúúúúúúúáááĹĹ˝˝$a$gdŒ!$dđ$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdŒ!$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdŒ!gdťSâb™™—™Â™Ÿš¤šCRóűśžČžlŸ”ŸE [ Ą%ĄňŚóŚôŚ§éŠŞŞOŞ!ŤEŤeŤŤŤƒš„š…š°š˝ź˝eĆgƌĆőÍöÍďŕŇĶħħħħħħğĐħħħħƟÄ§ÄŸÄxhÎ 0CJOJQJmH sH hŒ!CJmH sH hŒ!5CJOJQJmH sH hŒ!mH sH hŒ!6CJOJQJmH sH hßtSCJOJQJmH sH hŒ!CJOJQJmH sH hŒ!CJOJQJmH sH hŒ!5CJOJQJmH sH  hŒ!69CJHOJQJmH sH (Á™Â™Ă™ë›ŤœXžážŽŸt =Ąg˘ë¤óŚôŚ§§h¨PŞrŞjŹî­űŻąI˛?´śľ÷÷ëëëëëëëëëëëëăăëëëëëëëëëë$a$gdŒ! $„Đ`„Đa$gdŒ!dđgdŒ!śľŘśĎ¸Uš…š†š°šąšƒş"ź˝”žqżŔÁ‚ÁßÁwĂęĂ^ĹgĆhĆŒĆĆ ÇȃÉâÉóóóóëëóóóóóóóóóóóóóóëëóóóóó$a$gdŒ! $„Đ`„Đa$gdŒ!âÉőÍcĎžĐ2ÓqՓ֥ŘĆŰ0Ţ ß/ßĹßďßđßńßňߎáŻá°áóîîóóóóóóóóóóĺŕĺšŕŤ„`„ ü7$8$H$^„``„ ü&$d %d &d 'd NĆ˙ OĆ˙ PĆ˙ QĆ˙ gdŒ!gdŒ!„Đ`„ĐgdŒ!gdÎ 0 $„Đ`„Đa$gdŒ!öÍbĎcĎdĎeϽОĐňßĹŕŰŕŽáŻá˛á´á¸ášáşáŃáëáýá#â˘îŁî6˙ďŢĐŢżďą­¨­™ąĐą‘…wfWwIAIhÁ›mH sH hÁ›CJOJQJmH sH hÁ›5CJOJQJmH sH  hÁ›69CJHOJQJmH sH hÁ›CJOJQJmH sH hÁ›OJQJmH sH hÎ 0mH sH hŒ!CJOJQJhmH sH  hŒ!6hŒ!hŒ!CJOJQJmH sH  hÎ 0hŒ!CJOJQJmH sH hÎ 0CJOJQJmH sH  hÎ 0hÎ 0CJOJQJmH sH  hÎ 0hŒ!CJOJQJmH sH °áąá˛áłá´áľáśáˇá¸áşáŃáëáüáýáţá!â"â#âńńńńńńńńŕÇÇŽŽŚŚžž$a$gdÁ›$a$gdÁ›$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdÁ›$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdÁ›„`„ ü7$8$H$^„``„ ügdÎ 0„`„ ü7$8$H$^„``„ ü#âHăNäƒĺůćĆçÜéŽěî˘îŁîŃîŇîlđ$ó™őQ÷Îř%üXţ_˙Ł‘˙STóóóóóóóóóóëăóóóóóóóóóóóóóë$a$gdÁ›$a$gdÁ› $„Đ`„Đa$gdÁ›6˙\˙RS @B|éţB+D+E+U+V+W+y+˘+ľ+ˇ+Ó+Ő+ç-?.h/ł/…1Ě1¸2ý2ę3A45:đâÚâËâÚźâđâđâÚ⎌ž}uuŽfŽfŽfŽfŽfŽh`O 6CJOJQJmH sH h`O mH sH #h`O 569CJHOJQJmH sH h`O 5CJOJQJmH sH h`O OJQJhÎ 0mH sH h`O CJOJQJmH sH hÁ›5CJOJQJmH sH hÁ›CJH*OJQJmH sH hÁ›mH sH hÁ›CJOJQJmH sH hÁ›6CJOJQJmH sH #Tƒ„Żś   ŽŢÇ^UBC|}„d3ż j"$g%ƒ&Ŕ' )‰)÷ëëëëëëëëëëëăăëëëëëëëëëëëë$a$gdÁ› $„Đ`„Đa$gdÁ›$a$gdÁ›‰)Š)‹)Œ)C+D+E+F+G+H+I+J+K+L+M+N+O+P+Q+R+S+T+U+úúúÓÎŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔŔ„`„ ü7$8$H$^„``„ ügdÁ›&$d %d &d 'd NĆ˙ OĆ˙ PĆ˙ QĆ˙ gdÁ›gdÁ›U+W+y+˘+ľ+ś+ˇ+Ó+Ô+Ő+ń+@.´/Í1ţ2B4_6îŐŐšŁž–žžŠŠŠŠŠŠŠ $„Đ`„Đa$gd`O $a$gd`O gd`O $d &d NĆ˙ PĆ˙ gd`O $dđ$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gd`O $$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gd`O „`„ ü7$8$H$^„``„ ügdÎ 0_6™6Ű67i7)8 89…95:6:Ž:;˜=ź@qCżEaFšF›FœFëëëëßËËËßßĂťťťťťťťĂł$a$gdÎ 0$a$gd`O $a$gd`O $ & F Ćh8„8^„8a$gd`O $„Đ`„Đa$gd`O $ & F Ćh8„8^„8a$gd`O 5:Ž:[?c?3A4A3B7B™FšF›FžFçFčFéFĽSŚSöS8cˆdÓd×dŘde:eĽf§fÍfđâÓâÄâÓâźđŤ—Ťƒâ{đâjđ\N\N\N\h`]nCJOJQJmH sH hÔSCJOJQJmH sH  hÔSh`O CJOJQJmH sH h`O mH sH &hÎ 0hÎ 05CJOJQJ\mH sH &hÎ 0h`O 5CJOJQJ\mH sH  hÎ 05CJOJQJ\mH sH hÎ 0mH sH h`O CJH*OJQJmH sH h`O 6CJOJQJmH sH h`O CJOJQJmH sH h`O 5CJOJQJmH sH œFFžFéFÉHŰKOÓOŚS§SöS÷S9WI[#^}_8cˆd‰dÖd×dÎfkŐp÷÷÷ëëëëëăăŰëëëëëÓăËËËëë$a$gdÔS$a$gdÔS$a$gd`O $a$gd`O $„Đ`„Đa$gd`O $a$gdÎ 0ÍfÎföjBkěp q-t/t‚tüƒţƒP‡Q‡T‡mˆqˆtˆuˆvˆ‘ˆވżˆŔˆވŕˆáˆńăÔăÔăĚ˝ăŻăĚă ă’„’vevWvWOh UŚmH sH h UŚCJOJQJmH sH  h UŚ69CJHOJQJmH sH h UŚCJOJQJmH sH hÎ 0CJOJQJmH sH h UŚCJOJQJmH sH h`O CJOJQJhmH sH hqCJOJQJmH sH h`O 5CJOJQJmH sH h`O mH sH h`O 6CJOJQJmH sH h`O CJOJQJmH sH hÔSh`O CJaJmH sH Őpćs/t0t‚tƒtńtŃwqzą}—€E‡‚ڂš…Q‡R‡S‡T‡nˆóóëëóóóóóóóóóŰóóŇŇŤ&$d %d &d 'd NĆ˙ OĆ˙ PĆ˙ QĆ˙ gd`O „Đ`„Đgd`O $„@„Đ]„@^„Đa$gd`O $a$gd`O $„Đ`„Đa$gd`O nˆoˆpˆqˆrˆsˆtˆvˆwˆ‘ˆވžˆżˆŔˆވ߈ŕˆ1ŠƍpŽńńńńńńńŘŘŘŘŘĐĐĐËáà $„Đ`„Đa$gd UŚ$a$gd UŚgd UŚ$a$gd UŚ$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gd UŚ„`„ ü7$8$H$^„``„ üህ‰‰‰ōƍnŽpŽQR“““+“,“-“””u•v•ĺ—ć—+,ß ŕ íÝíÉí˝Ż§Ż§™Š{˝ígí˝ŻXŻJŻ@h UŚCJmH sH hŁzCJOJQJmH sH h UŚCJH*OJQJmH sH 'hŁzh UŚCJH*OJQJaJmH sH h UŚ5CJOJQJmH sH h UŚ5CJOJQJmH sH h UŚCJOJQJmH sH h UŚmH sH h UŚCJOJQJmH sH h UŚOJQJmH sH 'hŁzh UŚ6CJOJQJaJmH sH hŁzCJOJQJaJmH sH $hŁzh UŚCJOJQJaJmH sH pŽŽťŽێ(Q<‘ْ““+“,“u•˝˜ęóš–œR á Ÿ¤Ś—§—ŠóóóóóóëëëâÝÝŐëëëëëëÉŐëë $„Đ`„Đa$gd UŚ$a$gd UŚgd UŚ„Đ`„Đgd UŚ$a$gd UŚ $„@ ^„@ a$gd UŚŕ á ó ő ¤‘¤Ÿ¤ ¤ŚŚŚŚŚ—Š˜Š§Ť¨ŤÂŤĂŤ¸ŽşŽÖŽŘŽ/ł0łgłjłšłÁłq´¤´Ľ´Ś´ž´řéřŰĚŰŔ­řé¤řŰŔ‘řé¤ŰƒŰƒŰŔ­p­p­Űřaéh UŚ5CJOJQJmH sH $hŁzhŁzCJOJQJaJmH sH hŁzCJOJQJmH sH $hţ"üh UŚCJOJQJaJmH sH h UŚ5mH sH $hŁzh UŚCJOJQJaJmH sH h UŚOJQJmH sH h UŚCJH*OJQJmH sH h UŚCJOJQJmH sH h UŚ5CJOJQJmH sH h UŚmH sH !—Š§Ť°/łq´Ľ´Ś´ž´ż´Žśp¸˛šť(ťMťtťŚť˜ź™ź­źŽź ˝nžeż÷ďď÷ăďďďďďďďÓÓÓÓďďďďďďď$„ „Đ^„ `„Đa$gd UŚ $„Đ`„Đa$gd UŚ$a$gd UŚ$a$gd UŚž´ż´Ŕ´Ć´Ç´›ˇžˇ—ź˜ź™ź­źŽź ˝˝˝ŢĂŕĂáĂčĂÁĆËĆÔĆÖĆÓÓYŰZŰ[Űz܆ܕܗܜÜĎÜňęÜĐÜÂÜ곤ňÜę¤ÜęܤܖܖܤÜę܇x‡Üj\hĘ}”CJOJQJmH sH hĘ}”CJOJQJmH sH hţ"üCJOJQJhmH sH h UŚCJOJQJhmH sH hŰJ‘CJOJQJmH sH h UŚ5CJOJQJmH sH h UŚ5CJOJQJmH sH hËCJOJQJmH sH h UŚOJQJmH sH h UŚCJOJQJmH sH h UŚmH sH h UŚCJOJQJmH sH !eż†żŤżÍżöżŔ‘ÂßĂkĹęÇqČ›Ë7ÍVÎËĎŤŇ˙ŇŚÓDÔ×Ő­×ŮÚóóăóó×ĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎĎ$a$gd UŚ $„Đ`„Đa$gd UŚ$„ „Đ^„ `„Đa$gd UŚ $„p^„pa$gd UŚÚ[ÚŞÚĺÚŰZŰ[Ű–Ü—Ü˜Ü™ÜšÜ›ÜœÜÜžÜŸÜ ÜĄÜ˘ÜóóóăŰŰ´ŚŚŚŚŚŚŚŚŚŚŚŚ„`„ ü7$8$H$^„``„ ü&$d %d &d 'd NĆ˙ OĆ˙ PĆ˙ QĆ˙ gd UŚ$a$gd UŚ$„Đ„Đ^„Đ`„Đa$gd UŚ $„ ^„ a$gd UŚ˘ÜŁÜ¤ÜĽÜŚÜ§Ü¨ÜŠÜŞÜŤÜŹÜ­ÜŽÜŻÜ°ÜąÜ˛ÜłÜ´ÜľÜśÜˇÜĎÜíÜńńńńńńńńńńńńńńńńńńńńŘŘŘ$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdĘ}”„`„ ü7$8$H$^„``„ üĎÜíÜÝ#݁á‘á[é\é]é^é‚éě<ěLí`ízńœń4ůRůKűLűnűuűšűÓűţţxţ’ţÂţÚţQváűďŕŇĜĎŁ”…Ä…ÄvąąĶÄvÄvÄgąÄYąąh„JCJOJQJmH sH hĘ}”CJH*OJQJmH sH hĘ}”6CJOJQJmH sH hĘ}”5CJOJQJmH sH hÎ 05CJOJQJmH sH hÎ 0hÎ 0mH sH hÎ 0mH sH hQ éCJOJQJmH sH hĘ}”CJOJQJmH sH hĘ}”CJOJQJmH sH hĘ}”5CJOJQJmH sH  hĘ}”69CJHOJQJmH sH "íÜ˙ÜÝÝ!Ý"Ý#Ý+ŕEăƒäŒç§čZé[é\é]é‚é‰ęě%íććŢÖÎÎÂÂÂÂÂÂśąąŠÂÂÂ$a$gdĘ}”gdÎ 0 $„Đ`„Đa$gdĘ}” $„Đ`„Đa$gdĘ}”$a$gdĘ}”$a$gdĘ}”$a$gdĘ}”$$d &d NĆ˙ PĆ˙ a$gdĘ}”%íYďzńÝóľőń÷4ůřú;üţxţÇ˙QŞ&áďCDi˜ ÷ 5 ź G>ýóóóóóóóóóóóóóóóóóçßóóóóóóó$a$gdĘ}” $„Đ`„Đa$gdĘ}” $„Đ`„Đa$gdĘ}”űDi÷  5 R ¸ Estý|}ÂÚirĆÎ=kěň÷űţý !!!v!!ő&4*ę*+ź+Â+Ź0­0ü1ý1$2%2ňçňŘňŘňĘňťňŘňťňŘňŹňŹňŘňŹňŹňŘňŹňŹňĘňŹňŘňžň–ň’vh¸,‡hbSŽmH sH hbSŽ56CJOJQJmH sH hbSŽhĘ}”mH sH hJÚCJOJQJmH sH hĘ}”6CJOJQJmH sH hĘ}”CJH*OJQJmH sH h+šCJOJQJmH sH hĘ}”5CJOJQJmH sH hĘ}”hĘ}”mH sH hĘ}”CJOJQJmH sH .ýŢ­Â=Űţ) 1"´$u&ő&''S''ą'á'(O(ˆ(š(Ő( )-)k)Ž)Ë)ů)4*óóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóóó $„Đ`„Đa$gdĘ}”4*ę*L,Â-ź/Œ0š0­0Ž0ů1ú1ű1ü1122232š3›3œ3óóóóóóóîÇîŚŚĄŚŚgdbSŽ Ć Ŕ!Đ(#€$d NĆ˙ „`„ ü7$8$H$^„``„ ü&$d %d &d 'd NĆ˙ OĆ˙ PĆ˙ QĆ˙ gdĘ}”gdĘ}” $„Đ`„Đa$gdĘ}”%2&2,2-2/202122232š3œ33ž3îÚîĹîşś˛Şś˛œhĘ}”CJOJQJmH sH hbSŽmH sH hh 8hbSŽh¸,‡hbSŽmH sH (hÎ 00J5CJOJQJmHnHsH u'h¸,‡hbSŽ0J5CJOJQJmH sH "jhbSŽ0J5CJOJQJU œ33ž3ýď„`„ ü7$8$H$^„``„ ü$1h°Đ/ °ŕ=!°€"°€# $€%°°@œ@@ń˙@ NormalCJ_HaJmH sH tH >@> Heading 1$$@&a$CJ@@@ Heading 2$$@&a$5\>@> Heading 3$dŕ@&5DA@ň˙ĄD Default Paragraph FontVi@ó˙łV  Table Normal :V ö4Ö4Ö laö (k@ô˙Á(No List 4B@ň4 Body Text$a$bC@b Body Text Indent„Ф<7$8$H$^„Đ6B*]phbR@b Body Text Indent 2$ Ć°Đ€„8dŕ7$8$H$^„84@"4 Header  ĆŕŔ!4 @24 Footer  ĆŕŔ!.)@˘A. Page NumberJP@RJ Body Text 2CJOJQJmH sH u@>@b@ ťSâTitle$a$5OJPJQJaJDJ@rD Œ!Subtitle$„Đdŕ`„Đa$aJ>Q@‚>  UŚ Body Text 3¤xCJaJiž+˙˙˙˙˙˙˙˙il˙˙ž+#"˙˙˙˙4CDE^_`‹ßę‡ˆŸĄEŚźŐő'7]†łÓď  ™ Z ü UV}~ýya–—˛łH  2 3 4"°"Ą#$')ş)—*W,Ň,1Ź1­1Â1Ă14œ6:Ň=Ę@řA\DąF˛FłF´FáGâGăGäGĺGćGçGčGéGęGHH2H3H4HcHdHeHiJCMqOŕPáPQQS&T†Xá\1a÷dhlÍoÎoíoîo˛q˝vžvävĺvby|ɀz‚{‚–‚—‚!‡ƒ‰^ţ‘‘‘‘ ‘!‘"‘#‘$‘%‘&‘'‘(‘)‘*‘+‘,‘-‘.‘/‘0‘1‘2‘3‘4‘5‘6‘7‘8‘9‘:‘;‘<‘=‘>‘?‘@‘A‘B‘C‘D‘E‘F‘G‘H‘I‘b‘‘–‘—‘˜‘Á‘‘Ñ듍”X•–á–Ž—t˜=™gšëœóžôžŸŸh P˘r˘j¤îĽű§ŠIŞ?Źś­ŘŽĎ°Uą…ą†ą°ąąąƒ˛"´ľ”śqˇ¸š‚šßšwťęť^˝gžhžŒžž żŔƒÁâÁőĹcÇžČ2Ëq͓ΥĐĆÓ0Ö ×/×Ĺ×ď×đ×ń×ň׎ٯٰٹٲٳٴپٜ١ٸٺŮŃŮëŮüŮýŮţŮ!Ú"Ú#ÚHŰN܃ÝůŢĆßÜáŽäć˘ćŁćŃćŇćlč$ë™íQďÎđ%ôXö_÷Łů‘űý˙ýS˙T˙ƒ˙„˙Żś Ž Ţ Ç ^UBC|}„d3żjgƒŔ !‰!Š!‹!Œ!C#D#E#F#G#H#I#J#K#L#M#N#O#P#Q#R#S#T#U#W#y#˘#ľ#ś#ˇ#Ó#Ô#Ő#ń#@&´'Í)ţ*B,_.™.Ű./i/)0 01…15262Ž23˜5ź8q;ż=a>š>›>œ>>ž>é>É@ŰCGÓGŚK§KöK÷K9OIS#V}W8[ˆ\‰\Ö\×\Î^cŐhćk/l0l‚lƒlńlŃoqrąu—xEy‡zÚzš}QRSTn€o€p€q€r€s€t€v€w€‘€Ş€ž€ż€Ŕ€ހ߀ŕ€1‚ƅp††ť†ۆ‡(‡Q‡<‰ي‹‹+‹,‹u˝đó’–”R˜á˜Ÿœž—Ÿ—Ą§Ł¨/ŤqŹĽŹŚŹžŹżŹŽŽp°˛ął(łMłtłŚł˜´™´­´Ž´ ľnśeˇ†ˇŤˇ͡öˇ¸‘şßťk˝ężqŔ›Ă7ĹVĆËÇŤĘ˙ĘŚËDĚ×Í­ĎŃŇ[ŇŞŇĺŇÓZÓ[Ó–Ô—Ô˜Ô™ÔšÔ›ÔœÔÔžÔŸÔ ÔĄÔ˘ÔŁÔ¤ÔĽÔŚÔ§Ô¨ÔŠÔŞÔŤÔŹÔ­ÔŽÔŻÔ°ÔąÔ˛ÔłÔ´ÔľÔśÔˇÔĎÔíÔ˙ÔŐŐ!Ő"Ő#Ő+ŘEŰƒÜŒß§ŕZá[á\á]á‚á‰âä%ĺYçzéÝëľíńď4ńřň;ôöxöÇ÷QůŞú&üáüďýCDi˜÷5źG> ý Ţ ­Â=Űţ)1´uő'Sąá O ˆ š Ő  !-!k!Ž!Ë!ů!4"ę"L$Â%ź'Œ(š(­(Ž(ů)ú)ű)ü)1*2*3*š+›+œ+Ÿ+(0€€(0€€˜0€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€€˜0€€(˜0€€(˜0€€(˜0€€p˜0€€0˜0€€0˜0€€˜0€€0˜0€€˜0€€0˜0€€ˆ˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€ˆ€˜0€€˜0€€p˜0€€@˜0€€p˜0€€H˜0€€H˜0€€H˜0€€˜0€€H˜0€€˜0€€ˆ˜0€€ˆ˜0€€H˜0€€ˆ0€€˜0€€p˜0€€P˜0€ćPp˜0€ćPP˜0€ćPP˜0€ćPX˜0€€ ˜0€€p˜0€€`˜0€€h˜0€€h˜0€€h˜0€€p˜0€€˜0€€ˆ˜0€€p0€€p˜0€€p˜0€€p˜0€€p˜0€€x˜0€€˜0€€0€€˜0€€˜0€€€˜0€€€˜0€€€˜0€€˜0€€p˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€Ŕ˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€Ř˜0€€Ř˜0€€p˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€p˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€0€€0€€(0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜ 0€€˜ 0€€˜ 0€€˜ 0€€˜0€€˜ 0€€˜ 0€€˜ 0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€8˜0€€˜0€€˜0€€p˜0€€8˜0€€p˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€p˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜@0€€˜@0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€ŕ˜0€€p˜0€€ŕ˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€(0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜@0€€ř€˜@0€€(8ź˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€şŮŃŮëŮüŮýŮC#W#y#˘#ľ#ś#n€Ÿ+Oy00€Oy0€Oy0€ŠSWI~IIIHOy0€Oy0œOy00Oy0Oy0@`ƒ ś#řns˙˙¸Oy0€Oy00œš€€œŰw6669UáO9sb™öÍ6˙5:Ífáˆŕ ž´ĎÜű%2ž3!#'+.358:<@CFźł"\L2Pt™9™Á™śľâÉ°á#âT‰)U+_6œFŐpnˆpŽ—ŠeżÚ˘ÜíÜ%íý4*œ3ž3 "$%&()*,-/0124679;=>?ABDEG3)039!ô˙•€đ8đ@ń˙˙˙€€€÷đđđđŽđ( đ đđV˘ đ # đ €Ë8c"ńż`đđ đđB đS đżË˙ ?đ‘ž+<`'(t˙˙ ôÝ–@Ÿ+š@Ÿ+>*€urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags €PersonName€ 8<=B*H1HŮHßHŕHćH?JEJŸJĽJŐJŰJ‹K‘KŽL”L•L›L~e†eďgůgĂoÉoßqăq~˜~ˇ”Ŕ”Á”Ę”X•_•`•f•ó•ű•!–%–&–+–˘–Ş–Ť–´–á–é–ę–đ––—š—Ô—Ű—Ü—ĺ—E˜K˜L˜Q˜R˜[˜˜…˜‡˜‹˜Œ˜’˜™™™™ałiłYĂ[ĂeÇhÇĚĚRÍZÍqÍyٟ͗ٝ٧ŮďŮôŮőŮűŮ°ř¸řšřżřAúGútú{úţ˘ţŁţŠţűţ˙˙˙ ˙˙˙˙˙ ˙ůŒ!‘!•!›!Ż!´!ľ!ť!:"?"‚"ˆ"Ý"ă"Ś#Ť#Ż#´#x&…&÷)ý)ţ)*B+I+Z<`<a<i<üDEEE(F1F?FFFGFMF[FaFcFgFhFnF@JCJDJKJ#V&V(V-V‘[›[ă\ę\mm?@ABCDEFGHIJKLMNOPQRSTUVWXYZ[\]^_`abcdefghijklmnopqrstuvwxyz{|}~€‚ƒ„…†‡ˆ‰Š‹ŒŽ‘’“”•–—˜™š›œžŸ Ą˘Ł¤ĽŚ§¨ŠŞŤŹ­ŽŻ°ą˛ł´ľśˇ¸šşťź˝žżŔÁÂĂÄĹĆÇČÉĘËĚÍÎĎĐŃŇÓÔŐÖ×ŘŮÚŰÜÝŢßŕáâăäĺćçčéęëěíîďđńňóôőö÷řůúűüýţ˙      !"#$%&'()*+,-./0123456789:;<=>?@ABCDEFGHţ˙˙˙JKLMNOPţ˙˙˙RSTUVWXYZ[\]^_`abcdefghijklmnopqrstuvwxyz{|}~€‚ƒ„…†‡ˆ‰Š‹Œţ˙˙˙Ž‘’“”ţ˙˙˙–—˜™š›œţ˙˙˙ý˙˙˙ý˙˙˙ý˙˙˙ý˙˙˙˘ţ˙˙˙ţ˙˙˙ţ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙Root Entry˙˙˙˙˙˙˙˙ ŔF <ŐĘęYǤ€Data ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙I1Table˙˙˙˙QŽwWordDocument˙˙˙˙&SummaryInformation(˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙DocumentSummaryInformation8˙˙˙˙˙˙˙˙•CompObj˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙j˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ţ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ţ˙ ˙˙˙˙ ŔFMicrosoft Word Document MSWordDocWord.Document.8ô9˛q